Atención a todos con la publicidad engañosa, y con las que practican el llamado ‘pecado de omisión’, es decir, las que si no mienten directamente, sí omiten cierta información que puede ser crucial para mantener nuestra salud. Hablamos en este caso de dos productos muy sonados de la alimentación, como son Actimel y Red Bull.
El primero de ellos, Actimel, suministra al organismo cuando lo ingerimos una bacteria llamada L.CASEI, que como ocurre con otros alimentos es producida también por el 98% de los seres humanos, pero cuando se le suministra al organismo desde fuera por un tiempo prolongado (y aquí viene el problema) este deja de producirla porque poco a poco pierde el hábito de hacerlo, principalmente en personas menores de 14 años.
El origen de este alimento no deja de ser curioso ya que surgió como un medicamento destinado a ese 2% de personas que no producían la bacteria L:CASEI, pero al no resultar rentable su producción por ir destinado a un segmento tan pequeño de población lo convirtieron en un tipo de yogurt, vendiéndose su patente a la industria de la alimentación.
Bajo este nuevo formato, el alimento debe mostrar claramente en su envoltorio, obligado por la Secretaría de salud, que no debe consumirse por un tiempo prolongado. Y de hecho la publicidad lo menciona, pero de tal forma que ningún consumidor puede percibir el alcance de la advertencia ya que dice de manera eufemística (engañosa por tanto): “desafío actimel: consúmalo durante 14 días” o “haga de agosto su actimel”. Sepamos a partir de ahora si debemos consumirlo o no, no sólo por sus consecuencias nocivas para la salud sino por apoyar o dejar de hacerlo a empresas que no utilizan los códigos éticos que protegen y cuidan de nuestra salud.
Red Bull: inventado para la guerra
El segundo caso se refiere a esa bebida de publicidad tan atractiva como engañosa también, Red Bull, creada sólo para estimular el cerebro de personas sometidas a un gran esfuerzo físico, pero nunca para usar como refresco inocente. Como energizante que es, la bebida está basada en una fórmula que contenía cafeína y taurina y fue inventada de forma casual por Dietrich Mateschitz, un emprendedor austriaco que trabajaba en una empresa de cepillos de dientes, durante un viaje a Hong Kong.
En principio sus características prometían convertirla en la bebida del milenio, según su eslogan, porque “aumenta la resistencia física, agiliza la capacidad de concentración y la velocidad de reacción, brinda más energía y mejora el estado de ánimo”, aunque la realidad es bastante distinta, pudiendo alcanzar incluso tintes dramáticos. En Francia y Dinamarca de hecho lo acaban de prohibir porque su componente de vitaminas mezcladas, bajo el nombre de Glucurulactonelo la convierten en un cóctel peligroso.
Desarrollado en los años 60 por el Departamento de Defensa en Estados Unidos, se utilizó para estimular la moral de las tropas de Vietnam ayudándose de sus efectos de droga alucinógena que calmaban el estrés producido por la guerra.
Los resultados no se hicieron esperar, con efectos tan devastadores para el organismo como para generar enfermedades del hígado, tumores cerebrales y migrañas en muchos de quienes la consumieron. Aún así, si lo comprobamos, podremos observar que en las latas de Red Bull aún aparece entre sus componente el Glucuronolactone, eso si, catalogado médicamente como un estimulante, cuando en realidad las consecuencias de su consumo van algo más allá.
Como advertencia ha que decir que es peligroso si se toma y a continuación no se hace ejercicio físico puesto que su función energizante lo que hace es acelerar el ritmo cardíaco, pudiendo generar un infarto. Como además tiene componentes para diluir la sangre al objeto de que el corazón le cueste menos bombear y nos agotemos menos con el ejercicio, puede provocar una hemorragia cerebral.
Si se mezcla con alcohol, puede convertirse en una bomba, atacando directamente al hígado y provocando que esa zona no se regenere. Pero no sólo eso sino que la vitamina B12 que contiene, usada en medicina para recuperar a pacientes que sufren coma etílico, puede llevar a la hipertensión por el estado de excitación en que te encuentras, similar a la embriaguez. En definitiva, su consumo regular puede desencadenar una serie de enfermedades nerviosas y neuronales irreversibles para el ser humano que desaconsejan su consumo.
Autor: Comité Editorial Salusline
Excelente investigación, me topé con ustedes de casualidad, pero de verdad es muy buen trabajo. Enhorabuena.