Hace año y medio, Anais Mouroux y su socio fundaron una tienda con productos de fabricantes locales de varios estados cercanos al D.F. Hoy el concepto ha evolucionado a una tienda-restaurante respetando siempre el concepto: ser un enlace entre el productor y el fabricante.
Cuando se piensa en emprendimiento social muchas veces se cree que se trata de obras de beneficencia, sin ganancia para el socio capitalista, pero no necesariamente debe ser así. Un ejemplo de ello es La Procedencia, una tienda restaurante donde se pueden encontrar productos alimenticios, artesanías, cosméticos y café de varios estados de la república.
En el restaurante, que tiene sólo seis meses de vida y críticas muy favorables del público y los especialistas, hacen cocina rural, utilizando también productos de fabricantes locales, como trucha de Valle de Bravo y cordero orgánico del Valle de Texcoco, por mencionar sólo algunos.
“El proyecto nace porque trabajábamos en Comercio Justo, y mi socio y yo nos salimos y creamos la primera tienda: La Procedencia. Hace 6 meses nos mudamos a un lugar más amplio, con un restaurante. El concepto es decirle al cliente final que va a consumir o comprar de dónde viene cada producto, contarle la historia del productor: su manera de procesar, de vivir. Además, hacemos intercambios entre el cliente final y el productor. Tenemos catas de mezcal, quesos, etc., pues nuestro objetivo es ser un vínculo entre el que va a consumir y el que produce, que vive de eso”, explica Anais.
Comenta que durante todo este tiempo el reto más grande ha sido sobrevivir, pues el mismo concepto hace que su margen sea mínimo; su intención es que el mayor margen de ganancia se lo lleve el productor, quien trabaja la tierra y el producto, por lo que es necesario que los propios clientes entiendan este tipo de intercambio comercial y se comprometan con él.
De hecho, en palabras de la directora, La Procedencia ha funcionado porque “este tipo de conceptos es lo que la gente está esperando: ya están un poco cansados del concepto actual de economía, compras, ventas, etc. Están buscando algo más local, más humano, realmente esto es lo que la gente quiere, en el momento, ojalá sea para siempre”.
En su experiencia el emprendimiento social vale la pena: “se tiene que hacer con respeto al humano, con respeto al productor y al producto, pensando también en que todos tenemos que vivir. El emprendimiento social no quiere decir que yo no voy a ganar nada y todo lo voy a repartir, todos tienen que ganar de manera igual pero es un negocio como cualquiera. Lo social realmente sí es negocio”, concluye.
Para mayor información, consulta la página de La Procedencia en Facebook.
Itzel Castellanos