La mayoría de las personas tienen miedo a volverse arrogantes y soberbios y por lo mismo evaden hablar de los logros y de los resultados obtenidos cuando implican un éxito. La creencia que se tiene en el interior es que debemos manejar un bajo perfil, para no llamar tanto la atención y no ser foco de envidias y criticas hostiles. Por esta situación tendemos a minimizar lo que realizamos, vemos más los errores que los aciertos y tratamos de mantener nuestro ego a raya.
Lamentablemente estas actitudes lo que favorecen es que nos mostremos a nosotros mismos con una baja autoestima, minimizamos los logros y siendo sumamente críticos con nosotros mismos, encontrando fácilmente el “negrito en el arroz” para no aceptar que podemos hacer las cosas correctamente cuando así nos lo proponemos.
Tenemos la creencia, errónea, de que no nos merecemos sentirnos orgullosos de nosotros mismos por el desarrollo de determinada actividad, aunque esta nos diga a gritos que todo salió de acuerdo a lo planeado y eso es el éxito realmente; no tiene nada que ver con salir en el periódico,obtener riqueza material y fama. La palabra éxito tiene su origen en el término latino “exitus” (salida); el concepto se refiere al efecto o la consecuencia acertada de una acción o de un emprendimiento. Su raíz se hace más o menos evidente según el contexto en que usemos esta palabra, ya que muchas veces expresa “sobresalir”, “salir por encima de la competencia”.
Cuando una actividad o proyecto están adecuadamente planeados, cuando contemplamos todos los factores que pueden interferir en el mismo y buscamos estrategias adecuadas para salir avante, con lo que nos vamos a encontrar definitivamente es con el logro de los objetivos y esto es éxito.
Al comunicarnos bien con nuestro grupo de trabajo, siendo claros y asertivos, solicitando de manera explícita que es lo que deseamos y manteniendo la sinergia adecuada en nuestro equipo, los que vamos a encontrar es éxito.
El éxito está inmerso en la planeación minuciosa, en la observación adecuada de los recursos y la utilización al máximo de los mismos, en la cercanía y empatía que mantenemos con nuestros clientes/ usuarios y proveedores.
El éxito es la consecuencia, es lo que nos indica que vamos por buen camino, es lo que nos dice directamente que “lo estamos haciendo de la manera adecuada”.
Si bien es cierto, cuando se obtienen buenos resultados obtenemos ganancias, la gente habla de nuestro servicio, nos recomiendan y nos da cierto estatus en el ramo al cual pertenecemos, y esto es un motor, ya que, nos impele a seguir perfeccionando los procedimientos, a mantener el status que hemos conseguido, a seguir brindando ante todo, calidad.
Nos encamina a seguir dando ese nivel que nos llevó a la obtención de resultados adecuados.
Por Mónica Morales Rodríguez.
Directora del centro de desarrollo humano Casa Shambhala
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