Desde las exuberantes selvas tropicales de Costa Rica, hasta los glaciares patagónicos, pasando por la sabana brasileña, la región de América Latina y el Caribe es rica y diversa en paisajes y recursos naturales. La región contiene el 40% de la biodiversidad mundial y la mitad de los bosques tropicales del mundo, incluido el más grande, el Amazonas, que alberga una de cada 10 especies conocidas.
Sin embargo, también presenta altas tasas de deforestación e intensa explotación de recursos. Impulsada por la demanda de materias primas, América Latina se ha posicionado a lo largo de los años como un importante exportador de recursos primarios. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha identificado la intensificación resultante de la agricultura, la expansión de las tierras agrícolas y el aumento de las actividades mineras como los principales impulsores locales de la deforestación, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.
Este escenario invita a una reflexión sobre si sería posible, y cómo, aprovechar las oportunidades económicas de los recursos naturales de forma que también generen impactos positivos para el medio ambiente local. La respuesta está en los tres principios de una economía circular: eliminar residuos y contaminación, mantener los productos y materiales en uso, y regenerar sistemas naturales.
Los diseñadores son fundamentales para poner en práctica estos principios. Las decisiones tomadas en la etapa de diseño contribuyen a dar más a los ecosistemas que a quitarles. Al diseñar productos y modelos comerciales utilizando los principios del diseño circular, se crean oportunidades económicas a partir de los recursos naturales y preservan la salud de los ecosistemas. Algunas historias de América Latina ilustran estas oportunidades.
El diseño de alimentos puede beneficiar a los ecosistemas locales e impulsar la innovación culinaria. Todas las decisiones que se toman hasta el momento en que un producto alimenticio termina en un plato o en la estantería de un supermercado determinan qué y cómo se cultivan los alimentos, qué terminamos comiendo y qué se desperdicia. Estas decisiones tienen un impacto directo en el estado de la biodiversidad. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, 75% de nuestra ingesta mundial de alimentos se limita a solo 12 cultivos y cinco especies animales, a pesar de la existencia de cientos de miles de especies comestibles. Al aplicar los principios de la economía circular, los diseñadores de alimentos latinoamericanos están aprovechando al máximo la biodiversidad local como una fuente valiosa de innovación culinaria, aumentando la demanda de una gama más amplia de especies nativas y fomentando prácticas agrícolas que benefician a los ecosistemas locales.
En la Ciudad de México diversos chefs han ayudado a colocar el cactus nopal en el mapa culinario y ahora está apoyando su producción en el área biodiversa de Xochimilco, donde las estructuras aztecas (“chinampas”) construidas sobre manglares protegidos soportan policulturas orgánicas y contribuyen a la fertilidad del ecosistema local. Con la expansión de la mancha urbana, chefs locales están incorporando más ingredientes locales a sus menús para garantizar una mayor demanda estable para los agricultores de Xochimilco y ayudar a acelerar la adopción de métodos agroecológicos.
La innovación en biomateriales puede crear ventajas competitivas únicas. Los recursos aprovechados para otros usos no alimentarios también poseen propiedades únicas con valor económico. Gran parte de este potencial ha sido aprovechado y conservado por los pueblos tradicionales. Ahora, las grandes empresas también están profundizando en ese conocimiento y trabajando con comunidades locales para dar escala a esos modelos, creando productos que son mejores para las personas y el medio ambiente.
Las especies locales también pueden ser un motor de innovación disruptiva. Los diseñadores mexicanos Adrián López Velarde y Marte Cázerez, fundadores de Desserto, han desarrollado un cuero vegano hecho de nopal mexicano. Al igual que el cuero bovino y sintético, el cuero de cactus se puede utilizar en la fabricación de ropa, zapatos, bolsos y muebles, pero sin alterar los paisajes naturales para apoyar la producción. El nopal tiene una relación simbiótica con otras especies locales, además de actuar como sumidero natural de carbono. Desserto los cultiva sin insumos químicos y en formato perenne, de modo que solo se recolectan las hojas maduras del cactus. Parte de la producción se convierte en una gama de productos de cuero vegano desarrollados con empresas asociadas, como H&M, y el resto se dirige a la industria alimentaria circundante para un aprovechamiento máximo.
Las plantas nativas mexicanas fueron el impulsor de otra innovación de diseño circular, el Totomoxtle, una chapa hecha con cáscaras de maíz mexicano tradicional y colorido. El diseñador Fernando Laposse ha desarrollado este material y lo utiliza para crear una gama de muebles e instalaciones con tonos únicos, ofreciendo así una aplicación de alto valor para este subproducto no comestible. Pero esta es solo una cara de la historia. Debido a las presiones de la demanda mundial de maíz estándar, las plantaciones de maíz nativo mexicano están siendo reemplazadas gradualmente por variedades híbridas de maíz para abastecer los mercados internacionales. Al reincorporar las hojas de maíz nativas en sus diseños de muebles, Laposse alienta a los agricultores familiares a reintroducir las semillas nativas y beneficiarse de ellas. Totomoxtle también ayuda a crear más oportunidades de trabajo para las comunidades locales, ya que el procesamiento de las cáscaras en el material de revestimiento lo realizan las mujeres locales.
Diseñar con la naturaleza, para la naturaleza. Una de las fortalezas de América Latina radica en su incomparable biodiversidad y recursos naturales; sin embargo, ejemplos como los descritos en este artículo aún no se han convertido en la norma. Existe una enorme oportunidad para aprovechar el potencial de innovación de la biodiversidad local, a través de aplicaciones que también ayudan a mantener y restaurar la salud de los ecosistemas. También existe una gran cantidad de conocimientos sobre propiedades valiosas y modelos de producción que podrían obtenerse mediante la colaboración con las comunidades locales, creando negocios más distribuidos e inclusivos. La aplicación de los principios de la economía circular en la etapa de diseño de productos, negocios y cadenas de valor ofrece un marco útil para soluciones que benefician a las empresas, la sociedad y la naturaleza.
Por Victoria Almeida, Gerente de Comunicación para la Fundación Ellen MacArthur en América Latina.
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