Abrir un negocio en México implica una letanía de laboriosos trámites. Además de que las fuentes de crédito tienen un costo prohibitivo, están estructuradas para apoyar a empresas registradas que lleven años funcionando; dejando fuera a cientos de proyectos emergentes. A pesar de que las MIPYME generan 52% del PIB del país, 80% de su financiamiento viene de préstamos familiares o ahorros personales. Ante este panorama, el crowdfunding llama la atención de emprendedores.
El crowdfunding funciona a través de una plataforma digital en la cual se presentan proyectos y el monto de dinero que necesitan para consolidarse. Hay cuatro modelos de recaudación: por donativos, por recompensas (los donadores adquieren un regalo a cambio de su contribución), por deuda (préstamos con intereses) y por acciones (los financiadores se convierten en accionistas del proyecto).
Actualmente hay, por lo menos, siete plataformas que funcionan con éxito colaborando para crear la Asociación Mexicana de Crowdfunding. Esta es una alternativa para toda persona que quiera emprender. “Para las instituciones de crowdfunding, que un negocio sea formal o informal no importa. Tú atiendes proyectos asequibles con intención de pagar”, dice Vicente Fenoll, fundador de kubo.financiero, uno de los principales portales de crowdfunding del país.
El crowdfunding reduce los intermediarios y elimina los complicados trámites para conseguir un préstamo. Su naturaleza digital permite que toda gestión se realice en tiempo real y que tanto el inversionista como el prestamista sepan exactamente dónde está su dinero.
“Pensamos que la tecnología nos da poder para generar transparencia”, menciona Fenoll. “En kubo.financiero todo es transparente excepto los datos de contacto.”
Al diluir las aportaciones entre muchas personas, el crowdfunding reduce el riesgo para los inversionistas – haciendo más factible que estos quieran aportar a diversas causas. Además, brinda una gran oportunidad a emprendedores sociales que enfrentan el reto de financiar proyectos ambiciosos, inéditos e incipientes. Con este tipo de herramientas no tienen que convencer a un ángel inversor para aportar todo el dinero, sino que pueden financiarlo colectivamente entre personas que crean en su proyecto.
Lamentablemente, en México la corrupción y la inseguridad han frenado el avance de esta industria. Los marcos normativos están diseñados para inversiones tradicionales cuyos requerimientos son totalmente diferentes a los del crowdfunding y aún no se detalla legalmente qué pasa cuando se violan los derechos de la propiedad intelectual, las firmas electrónicas o la privacidad de datos de un propietario.
“Se debe reformar la ley del mercado de valores. Hay un concepto llamado ‘inversionista calificado’. ¡Es para ricos! Debes tener más de cuatro millones de pesos en ahorro. No permite que la mayoría de la gente pueda invertir”, explica Vicente.
Actualizar las leyes para el uso de nuevas tecnologías es primordial para que el crowdfunding tenga éxito. Hay que implementar mecanismos eficaces de supervisión que eviten fraudes y generen confianza. Según el FOMIN, el marco legal debe:
– Detallar las obligaciones de emisores ante sus inversionistas.
– Facilitar el uso de tecnologías digitales para actividades comerciales.
– Definir los umbrales de financiación.
– Garantizar la protección de propiedad intelectual con un sistema de supervisión y sanción.
Bien orientado, el crowdfunding podría fungir como canal para la repatriación de capital. “El crowdfunding tiene el potencial de masificar los préstamos. En un futuro creo que podremos ver más de 200 mil proyectos fondeados y miles de personas ahorrando en estas plataformas. Vamos a crear una industria que va a dar de qué hablar en el país”, concluye Fenoll.
Lourdes Zamanillo, coordinadora de comunicación de Ashoka México y Centroamérica
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