En días recientes se ha reavivado la discusión sobre los diversos impactos que surgen de eliminar las restricciones a la inversión extranjera directa en telecomunicaciones, la cual, excepto en el segmento móvil, hasta hoy está limitada al 49% para extranjeros. Uno de los segmentos que se encuentra restringido en cuanto a inversión es precisamente el de las telecomunicaciones fijas, el cual crece menos que la población e incluye tanto a los servicios de telefonía como al internet de banda ancha, además de reportar una sub-penetración de servicios y cuyas tarifas del operador principal no disminuyen en términos nominales hace aproximadamente una década, en contraste con la experiencia internacional que muestra una tendencia decreciente.
Son por demás obvios los beneficios que se tendrían al permitir la IED pues se incrementaría la infraestructura, se promovería la competitividad, se generarían más empleos, además de una mayor recaudación de impuestos independientemente de donde venga esa inversión y de las condiciones particulares que existan en ese país.
Un punto álgido en la discusión es si es conveniente la reciprocidad para el capital mexicano, entendido como el derecho mutuo de aplicar las mismas condiciones de inversión al capital mexicano, que este recibe en cada país en particular. Faltaba más, si esta iniciativa no busca sólo beneficiar al capital nacional que emprende negocios en otros países. El principal beneficio que buscamos todos es promover la capitalización del sector, para que nosotros, los usuarios finales, contemos con mejor cobertura, mejores servicios y tarifas más competitivas.
En nuestro país existe una escasa acumulación de infraestructura, así como una elevada concentración de la poca existente limitando el potencial de crecimiento y desarrollo económicos en todos los sectores de la sociedad. Preocupa particularmente el tema de la cobertura, ya que vemos que los demás segmentos de las telecomunicaciones abonan sistemáticamente en el campo de la penetración o teledensidad de servicios. Los servicios móviles alcanzan ya el nivel de 75.9% de penetración en la población, es decir, tres de cada cuatro mexicanos cuentan con una línea móvil, y aumentando en más de 315 mil líneas cada mes, incluso, aún bajo condiciones macroeconómicas adversas. Los servicios de cable e internet, si bien, se ubican aún en niveles promedio de un tercio de esa penetración. Todos ellos, exceptuando a las telecomunicaciones móviles, se caracterizan por padecer de esa barrera proteccionista y anacrónica a la libre movilidad de un recurso esencial y relativamente escaso en nuestro país, el capital.
A continuación se profundiza en los principales beneficios de la eliminación de barreras a la IED:
Inversión: La infraestructura en telecomunicaciones fijas representa costos hundidos no recuperables aun cuando el inversionista se retire del mercado. En dicho caso, la operación se traduce en una transmisión de tenencia accionaria, no en una disminución de la inversión.
Empleo: La mano de obra es un insumo necesario para la construcción, operación y comercialización de las redes y servicios que ofrecen las empresas que se establecen en el país como resultado de la IED. Se mejoran las condiciones de las relaciones laborales y el poder de negociación por parte de los trabajadores, así como mejores prestaciones y seguridad social que las nuevas empresas brindan a sus trabajadores.
Penetración: Se benefician los grupos menos favorecidos: en general sólo una de cada cinco personas tiene teléfono fijo, en particular uno de cada veinte personas pertenecientes a los niveles socioeconómicos D y E tienen un teléfono fijo.
Precios: Al favorecer la competencia, el nivel de precios tiende a converger a un nivel menor al que se experimenta en un mercado concentrado, es decir, existe una disminución real en las tarifas de los servicios, lo que se refleja en un aumento del excedente del consumidor, ya sea que se cambien de operador o permanezcan con el mismo.
Productividad: La producción se vuelve más eficiente en la medida que aumenta el acceso a nuevas tecnologías, y se adoptan mejores prácticas organizacionales. La productividad también aumenta debido a la transferencia de conocimiento de empresas transnacionales a empresas subsidiarias o proveedores locales.
Bienestar y Competitividad: Por una parte, la entrada de IED se traduce en beneficio en términos de conectividad, educación, salud, cultura, y, por qué no decirlo, regocijo social, derivados del cierre de nuestra brecha digital. Por el otro, los factores de la producción de dichos servicios utilizan tecnologías similares en todo el mundo, razón por la cual los costos de capital convergen así como los salarios en el sector.
Es por ello, que al favorecer la competencia efectiva, podrá romperse ese congelamiento artificial de precios de estos servicios, precisamente en un mercado de alta concentración (hoy dominado por un operador, quién cuenta con 85% de las líneas fijas del país), que con todo, se traduce en una extracción del excedente del consumidor.
Así, ante un escenario macroeconómico adverso, nuestros representantes en la Cámara de Diputados y en la de Senadores tienen en sus manos con tan solo una sencilla acción legislativa, la posibilidad de contribuir a al combate a la recesión y a la promoción del bienestar social del siglo XXI. Es en este sentido, representa la capacidad para que México aproveche la IED en términos de una oportunidad histórica para acelerar nuestro proceso de desarrollo integral. No hacerlo así resultará en el riesgo de que la brecha de desarrollo con respecto a otros países se amplíe. Queda en manos de nuestros Legisladores darnos esta buena noticia, tan necesaria el día de hoy.
Ernesto Piedras,Director General de The Competitive Intelligence Unit