Xiapu es un pequeño pueblo de China donde el turista es testimonio de bucólicas postales, pescadores recogiendo redes de pesca antiguas, granjeros con herramientas milenarias para arar el campo o mujeres que llevan vestimentas típicas. Sus habitantes ofrecen sesiones con modelos, atrezo y excursiones para conseguir la foto perfecta, algo que les ha funcionado, sobre todo en cifras turísticas e incluso The New York Times, entre 2008 y 2019 estimó que la cantidad de turistas que visitaban la región se multiplicó por diez, de acuerdo con las estadísticas oficiales.
Este pequeño condado ha basado gran parte de su estrategia turística en crear espacios temáticos para goce y disfrute del turista. Aunque pueda parecer la fotografía perfecta, en realidad, nada es real, todo es un decorado.
“Está muy orientado a las redes sociales y a que todo sea muy fotografiable y muy impactante, para que llame a la publicación en redes sociales”, afirma Pablo Díaz, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya y experto en turismo.
“Este tipo de turismo no es novedoso, ya existen muchos destinos que ofrecen lo que es conocido como museos vivientes al aire libre como el Colonial Williamsburg en EEUU o el Norsk Folkemuseum en Noruega“, considera Díaz.
Algunos se tematizan temporalmente, como, por ejemplo, Laponia u otros países del norte de Europa durante las Navidades, mientras que el pueblo de los Pitufos (Júzcar, en la provincia de Málaga) está completamente tematizado de azul para conseguir turistas. Lo cierto es que viajar a un destino que sea “instagrameable” gusta.
¿Cómo es este turista?
“Puede tener varios objetivos: el histórico o antropológico, es decir, conocer las formas de vida de otras sociedades antiguas; el del arte, a través de las caracterizaciones y las formas de vestir, o el que solo quiere mostrar una foto bonita de su destino”, explica Díaz, también investigador del grupo Nuevas perspectives en Turismo y Ocio (NOUTUR). Según un estudio de eDreams, es el público más joven, los millennials, el que más elige su destino sobre la base del potencial “instagrameable”, en comparación con los baby boomers. Pero no solo hay “destinos tematizados”, también hay empresas que ofrecen servicios como el alquiler de un jet privado de lujo (que no vuela) para fotografiarse dentro, publicarlo y mostrarlo al mundo.
“Un exceso de tematización puede llevar a cierta homogeneidad obligada, por ejemplo, que los habitantes se vean obligados a vivir o mantener cierto atrezo para estar en línea con el destino”, advierte Díaz.
En Xiapu, por ejemplo, la mayoría de los habitantes son jubilados y consiguen sacar un extra con estos trabajos, ya sea como modelos, guías o atrecistas. En un mundo cada vez más globalizado, son muchas las áreas turísticas que han perdido su autenticidad y genuinidad, sobre todo las urbanas.
“Puede ser una tendencia de futuro que haya destinos que representen o mantengan modos de vivir supuestamente auténticos como un modo de preservar estos estilos de vida y paisajes que, de otra forma, estarían en peligro por las tendencias globalizadoras y de las grandes multinacionales”, concluye Díaz.
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