La participación económica de las mujeres es cada vez más visible en México y el mundo. Por ello es importante seguir fomentando su inclusión financiera y social en pro de su autonomía económica, superando retos como lograr un mayor acceso a productos financieros, una mejor educación financiera y mejores oportunidades laborales.
La inclusión financiera implica el poder utilizar activamente servicios financieros formales, como cuentas bancarias, préstamos y seguros, e incluso que estos productos sean diseñados conforme a las necesidades de distintos grupos poblacionales y con enfoque de género.
De acuerdo con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), en su Panorama Anual de Inclusión Financiera 2021, la población mejoró en el uso y adquisición de diversos productos financieros, y ahora, más mujeres buscan invertir para hacer crecer su capital, o solicitar un crédito para expandir un negocio o financiar un proyecto.
Dicho análisis reveló que, en 2020, la posesión de cuentas de captación fue de 2.7 puntos porcentuales a favor de las mujeres: 65.9% frente al 62.5% de hombres; en la adquisición de tarjetas de débito, 54% corresponde a mujeres y 46% a hombres. Los créditos hipotecarios siguen siendo adquiridos en su mayoría por hombres (62%), frente al 38% de mujeres; en tarjetas de crédito las cifras continúan a favor de los hombres (51%) con una brecha de 2.0 puntos porcentuales, respecto al 49% de mujeres. Por otro lado, respecto al ahorro para el retiro, 41.5% de las cuentas administradas por las Afores son de mujeres.
A pesar de que las circunstancias han mejorado, todavía hay factores que inhiben la inclusión financiera de ciertos grupos de mujeres, como son el nivel educativo, las oportunidades laborales e incluso la zona en donde viven. En México, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOEN), del INEGI, muestra la brecha laboral que prevalece, pues al cierre de 2021 eran económicamente activos 76 de cada 100 hombres, mientras que solo 45 de cada 100 mujeres tenían una actividad económica.
Si bien las instituciones y las regulaciones han ayudado a que exista una transformación en el sistema financiero, uno de los sectores que ha demostrado que puede ayudar a aumentar la inclusión financiera de las mujeres es el microfinanciero, debido a que opera en poblaciones de difícil acceso mediante agentes financieros, quienes pueden observar, entender y responder mejor a las necesidades de crédito de la población que por distintas razones no tiene acceso al sistema financiero tradicional.
El modelo de las microfinanzas brinda la posibilidad de acceder a pequeños préstamos de dinero, lo cual puede significar una gran diferencia en los hogares encabezados por mujeres, al mejorar sus ingresos y el porcentaje de gasto que, al mismo tiempo, les permitirá mejorar patrones de consumo, cuidado personal, salud, educación y recreación para ellas y sus familias. También, ayuda a impulsar a pequeñas emprendedoras a establecer o crecer su micronegocio con acceso a financiamiento formal.
A junio de 2021, 60 Instituciones de Microfinanzas asociadas a ProDesarrollo atienden con microcrédito productivo a más de 5.46 millones de microempresarias, lo que equivale a una cartera de 55 mil 880 millones de pesos; las 12 instituciones que tienen permitido captar recursos reportan a alrededor de 3 millones de ahorradoras, con un monto de 11 mil 801 millones de pesos, impactando con ello a más de 21 millones de personas en el entorno familiar.
La inclusión financiera femenina impulsada por las microfinanzas es una oportunidad de transformación personal y familiar, así como de reactivación de las economías locales, las cuales en gran medida son sostenidas por los micronegocios dirigidos por mujeres. Los servicios financieros formales son una herramienta para promover el empoderamiento y autonomía económica de las mujeres, lo cual impulsa su inserción en el sistema económico-financiero y genera mayor bienestar en su entorno.
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