El paso del tiempo es agobiante, la rutina, las múltiples obligaciones; de camino a la oficina el tráfico, en la mente repasar el itinerario: juntas, llamadas, facturas por pagar, pendientes. Ocho horas o más de seriedad y responsabilidades de adulto. Al regresar a casa, el tráfico de nuevo, los cafres, llevar la leche…el único objetivo al llegar es tomar una ducha y dormir.
Según el reconocido médico estadounidense Patch Adams, la soledad, el aburrimiento y el miedo, son impedimentos para elevar la productividad a la hora de emprender o consolidar nuestros proyectos.
Levante la mano quién de ustedes hace algo divertido diario, ¿quién hace alguna broma o cuenta un mal chiste y ha reído a carcajadas? ¿Cuándo fue la última vez que cantaste en el coche a todo pulmón sin miedo a desafinar, juegas con tus hijos o con tu pareja? ¿Hace cuánto no te meces en un columpio o das un paseo en bicicleta? ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que compraste tu helado favorito o cuándo caminaste descalzo en el césped?
Disfrutar de las cosas simples para rescatar el espíritu infantil, dejar de vivir para trabajar y compartir más con las personas que amamos. Para ello hay que retomar las cualidades que hacen de los niños personas felices; como la capacidad de asombro, la forma como se arriesgan, son perseverantes y consiguen lo que quieren a como de lugar, son una fábrica de sueños y de creatividad, tienen el poder de transformar una caja de cartón en el más sofisticado aeroplano. Confían en ellos mismos más que sus padres.
Ahora imagina llevar diario a la oficina a tu niño interior y que te ayude a trabajar o llegar a casa con otra actitud. Muchos serían los beneficios y por lo menos seríamos más plenos y felices.
Raquel Origel, Directora General de Risaterapia, A.C. indica que las “empresas felices” se caracterizan por ser lugares en donde los colaboradores se comprometen más a obtener resultados ya que les gusta hacer su trabajo.
Ivonne Álvarez
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