Cuando hablamos de la fabulosa capacidad de relajación que proporciona el auto control mental, lo primero que nos viene a la mente es que podremos quitarnos de encima los excesos de tensión nerviosa, el estrés; y éste sí que es un gran beneficio.
A principio del siglo se hablaba de estrés, ello nos llevaba a pensar en dueños de empresa o en grandes ejecutivos, pero el siglo fue transcurriendo y el modo de vida occidental se fue haciendo cada día más competitivo y acelerado; y hoy en día, cuando hablamos de estrés, no solo pensamos en grandes ejecutivos o en dueños de empresa, sino también en jefes de nivel intermedio, en empleados, en obreros, en amas de casa y en niños de la escuela primaria.
Todo aquel que tiene hijos pequeños o hermanos pequeños, seguramente habrá tenido la oportunidad de observar alguna vez como un niño con mareos, náuseas, eventualmente vómitos, dolor de cabeza, o dolor de estómago, al llevarlo al médico, el mismo nos ha dicho “quédese tranquilo el niñito solo tiene nervios” y entonces recetaba alguna clase de jarabe o remedio al respecto.
¿Qué nos quiso decir el médico cuando nos dijo: “quédese tranquilo, solo tiene nervios”?
Nos quiso decir: el niño no tiene un preinfarto, ni un principio de úlcera, ni arteriosclerosis, ni cáncer; solo tiene nervios.
Pero también es cierto que ese mismo medico en otra oportunidad nos dirá que no menos del noventa por ciento de las enfermedades que conoce la ciencia médica, son originadas por excesos de tensión nerviosa, por estrés.
Yo siempre digo que el estrés es no solo la enfermedad más común en nuestra época, sino probablemente la peor de todas.
¿Porqué digo esto?… Porque supongamos que el estrés se pudiera medir en centímetros, y yo tuviera estrés cero cuando el medidor se ubica en cero.
En una existencia normal pronto veríamos como el medidor empieza a subir…
Supongamos que el medidor de stress llega a setenta u ochenta centímetros de altura, y en ese nivel, empiezo a tener dolores de cabeza, o dolores de estómago, o contracturas en los músculos de la espalda, o contracturas en los músculos de los hombros, o en los del cuello, o insomnio.
En fin, supongamos que cuando el medidor llega a ochenta tengo alguna de las más frecuentes manifestaciones de un exceso de tensión nerviosa.
Como es de suponer, frente a tal circunstancia iría a ver al médico para que me diera ansiolíticos, o tranquilizantes, o miorelajantes; o comenzaría a tomar clases de gimnasia, o empezaría a practicar deportes violentos, o me anotaría en sesiones de masaje.
Lo concreto es que algo haría para quitarme de encima las molestas consecuencias de un exceso de tensión nerviosa.
Supongamos que como consecuencia de una o más de estas cosas, mi tensión nerviosa comienza a bajar hasta llegar al punto en el cual nuevamente me sienta sano, como tal vez te sientas tu lector en este momento: perfectamente sano.
Si miro el medidor de tensión nerviosa posiblemente vería que el mismo no llegó nuevamente a cero, sino que está estacionado, digamos a la altura de veinte o treinta. Es decir que sigo teniendo tensión nerviosa, aunque no percibo ninguna clase de consecuencias al respecto.
Esto puede perfectamente suceder y de hecho sucede, y así fue descubierto recién en mil novecientos ocho por el fisiólogo Edmund Jacobson, quien nos dijo que existen dos clases de tensión nerviosa:
La que se siente, la que molesta
La tensión nerviosa residual, que no molesta ni se siente en ninguna forma, pero que es en realidad la madre de todas las enfermedades; solo que para producir su efecto destructor, necesita que transcurra suficiente tiempo.
Podríamos comparar los efectos de la tensión nerviosa residual con el efecto de una gota de agua sobre una piedra.
Supongamos que dejamos caer una gota de agua sobre una piedra durante un día entero; si vamos luego a contemplar la piedra ¿qué veremos?… nada.
Y si en vez de dejarla solo un día la dejamos correr una semana ¿qué veremos?… nada
Y si en vez de una semana la dejamos corres un mes ¿qué veremos?… nuevamente nada
Pero si la dejamos correr durante un par de años, entonces SI veríamos que la piedra tiene una cavidad, pues como dice el dicho “la gota de agua orada la piedra”.
Pero nosotros checamos la piedra un par de veces y no había pasado nada, ¿querrá acaso decir esto que las gotas de agua que cayeron después, fueron más fuertes que las primeras?
Evidentemente la respuesta es NO, lo que realmente pasó es que desde un principio, cada gota de agua produjo su efecto erosivo en la piedra, pero se necesitó un sinnúmero de gotas para que dicho efecto se pudiera ver.
Cuando decimos que creemos estar perfectamente sanos pero no lo estamos, queremos entonces decir que el estrés, el exceso de tensión nerviosa, no se siente; pero que si le damos suficiente tiempo, igual que la gota de agua, terminará produciendo un profundo daño en nuestro organismo, y esta es una de las razones por las cuales es interesante estudiar control mental: para controlar el stress.
Escrito por el Dr. Roberto A. Bonomi
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