Aceptar que nos equivocamos es muy difícil. El mercado es tan cambiante que aquello que parecía una oportunidad resultó un fracaso. No hay manera de evitar sentirnos decepcionados después de haber iniciado un proyecto que estaba lleno de esperanzas y entusiasmo.
El proceso de recuperación también es doloroso pues implica jugar con un rompecabezas: encontrar las partes que se encuentran separadas para empezar a unirlas de nuevo y darse cuenta de que ahora la imagen ha cambiado, esto es, hay que enfrentarse a una nueva realidad.
La idea de negocio que nos llevó a emprender invariablemente tiene riesgos pues los proyectos empresariales siempre están rodeados de amenazas: competidores agresivos, cambios en el gusto de los compradores, modificaciones en la normativa, aumento en los precios de la materia prima, entre otros. Cuando los riesgos se concretan, el empresario o emprendedor puede verlos de alguna de las siguientes formas:
1.-Como un error. Lo que se estila es lamentarse de las amenazas que fueron superiores a la forma de actuar del empresario.
2.-Como una oportunidad. Se reconoce que el proyecto fue fallido hasta el momento, se identifican las causas de la falla, los costos asociados y las alternativas para resolver o salir del proyecto con la menor pérdida posible y finalmente y muy importante, se capitaliza la experiencia adquirida en la ejecución del proyecto empresarial.
La primera opción implica un duelo que puede llevar mucho tiempo. La segunda opción implica actuar en consecuencia para orientar la estrategia de otra manera.
Cuando identificamos las causas de la falla, estamos obligados a aprender de ellas. Esto es, porqué ocurrieron, cómo se provocaron, en que impactaron y cuánto costaron. Así de simple, en principio hay que asumir la pérdida. A partir de esto, definir una nueva ruta o incluso un nuevo proyecto pues ahora es necesario tener mayor cuidado con los recursos, las alianzas, el manejo legal y sobre todo, analizar el mercado al que queremos llegar.
Reorientar la brújula es la opción a través de trazar nuevos caminos y escoger la mejor forma de recorrerlos, ahora contando con mayor experiencia y mejor olfato para los negocios y las condiciones que le rodean. Sin embargo, es necesario hacerse algunas preguntas para escoger el camino con mayor cautela:
¿Cuáles son las barreras de entrada al negocio? (competidores fuertes, clientes exigentes, regulación en contra, inversión alta, etc.)
¿Cuánto me cuesta iniciar y desarrollar el negocio hasta mis primeras ventas?
¿Qué debo hacer para completar la inversión que requiero?
¿En cuánto tiempo recuperaré la inversión?
¿Quiénes son mis clientes potenciales? ¿Dónde los encuentro? ¿Cómo y dónde les gusta comprar?
¿Quiénes son mis competidores potenciales? ¿Dónde los encuentro? ¿Cómo y dónde producen y venden?
¿Cuáles son las características que deben tener mis proveedores? ¿Dónde los encuentro? ¿Qué requisitos de calidad deben cumplir?
¿Cuál será la manera en la que produciré y comercializaré? ¿Qué medios utilizaré para ello?
¿Cómo debo operar el negocio para que genere ingresos y ganancias?
¿Cuál es el margen de utilidad que obtendré y a partir de cuándo?
¿Cuáles son las barreras de salida del negocio? Esto se refiere al costo que implica la salida, por ejemplo, cómo liquidar el equipo de producción cuando es caro, finiquito de empleados, liquidación de inventarios, etc.
Este ejercicio te ayudará a analizar la pertinencia del negocio y tu capacidad para integrarlo. Si observas que los resultados pueden ser positivos, la recomendación es realizar el plan de negocios que te ayude a detallar y entender si efectivamente tienes una oportunidad.
Dra. Alejandra Herrera M.
Sendatek, Asesores en Innovación
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