La comunicación interna es un gran indicador de cohesión y cultura de equipo. Normalmente, asociamos comunicación interna a los e-mails que informan de reuniones, actualización del calendario laboral. No obstante, en muchas ocasiones esta información no llega a todo el equipo, o se pierde entre montañas de e-mail.
La comunicación interna puede ser una gran herramienta de análisis y colaboración, especialmente cuando trabajamos en un pequeño equipo que tiene que sacar lo mejor de sí mismo. La compenetración entre todos los miembros de un pequeño equipo debe ser perfecta para no perder ningún eslabón de la cadena.
Aquí tres puntos a considerar para permanecer todos integrados:
1. Incluye a todos por igual.- Compartir información de forma simultánea implica que los miembros aporten sugerencias y llamen la atención sobre problemas existentes, favorece la cohesión del equipo, el sentimiento de pertenencia, y es un catalizador para nuevas oportunidades.
2. Adáptala a tus plataformas existentes.- La adaptación al medio es crucial, si queremos que todo nuestro equipo participe de una comunicación fluida, hemos de integrar esta actividad en un único canal ya existente. Hay plataformas que favorecen la integración de tareas y proyectos online en tiempo real. Hay que evita, en la medida de lo posible, que la comunicación interna se realice a través de “otra plataforma más” a la que pocos van a acceder. La intención es mantener el sistema circulatorio activo en el mismo flujo de trabajo que ya estamos utilizando, de modo que la participación no suponga una carga adicional y permitiendo, a su vez, que en el caso de que la organización creciera se pudieran ir incorporando sin problema nuevos miembros del equipo a la plataforma.
3. Dirige tu comunicación hacia objetivos y valores comunes.- En el libro “The Art of Community” de Jono Bacon dice que una comunidad “planeada” tiende a triunfar más que una comunidad que evoluciona de forma espontánea. Conviene plantear las actividades con ciertas preguntas: “¿qué se quiere conseguir?, ¿qué valores se quieren transmitir?, ¿qué implicación se pide a cada miembro de mi equipo?, ¿cómo reconocer esta implicación?, ¿qué problemas se quieren detectar?, ¿qué partes se necesitan mejorar?”.
El objetivo final es comenzar los proyectos con el pie derecho, aprovechando todo el potencial del equipo, consiguiendo una motivación y dirección mutua, maximizando la productividad a través de la claridad en la información y la cohesión de todos los participantes ante un objetivo común.
Adriana Maass
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