Por: Gilberto Alfaro, Socio especialista en el sector de Energía y Recursos Naturales de KPMG en México
Tras una histórica discusión en el Congreso, y después de varias décadas de contar con un modelo de producción de energéticos cerrado, que desde hace algunos años tendía hacia el agotamiento, México dispone hoy de un nuevo marco regulatorio para el Sector Energético, que ofrece el potencial para lograr un desarrollo económico y social de largo plazo, basado en una mejor explotación de los vastos yacimientos de hidrocarburos que posee la nación (ver la Tabla 1).
Hoy, en materia energética, México cuenta con reglas de operación modernas, acordes con los estándares internacionales vigentes, delimitadas por un marco de transparencia, rendición de cuentas y anticorrupción, que se hará valer por medio de reguladores fuertes e independientes.
Para entender el potencial de la reforma recién culminada con la aprobación de las leyes secundarias, es necesario recordar cuál es la problemática que actualmente debemos solucionar:
– Participar exitosamente en un contexto económico global en extremo competitivo
– Reducir el costo de los energéticos, que en este momento es muy elevado
– Alcanzar las aspiraciones de desarrollo social y económico que tenemos como país
Hablemos de cifras
En el golfo de México se ubica 50% de los recursos prospectivos de reservas de crudo en nuestro país, que representan 26,600 millones de barriles. En cuanto al gas shale, México tiene la 6.a reserva internacional: 600 billones de pies cúbicos (ft3); de gas natural posee 61,000 billones de ft3.
Hoy en día, se producen únicamente 2.5 millones de barriles de crudo diarios. De ellos, 1.2 millones se destinan a la refinación local, y el resto (1.3 millones) se exporta. Esta dinámica obliga a que nuestro país importe 49% de la gasolina que necesita, así como 32% del diesel, 40% del gas natural, y 65% de los petroquímicos que requiere el consumo nacional.
Los cambios estructurales buscan conseguir la seguridad energética que permita satisfacer las necesidades crecientes de la sociedad mexicana, en términos de cantidad, calidad y precio, tanto de combustibles como de productos petroquímicos.
Con base en las reservas y recursos prospectivos, aprovechando efectivamente el verdadero potencial de la reforma podría apalancarse el desarrollo social y económico del país, mediante la autosuficiencia energética; el incremento de la competitividad en el precio de los energéticos, en favor de la industria nacional; la maximización de los ingresos derivados de dichas actividades, y la estabilidad económica interna, a través de un desarrollo económico y social sostenido, en el mediano y largo plazo.
Ya tenemos la reforma, ¿ahora qué sigue?
En primer lugar, es responsabilidad de todos los actores económicos, Estado, reguladores y sociedad, asegurarnos de que el nuevo modelo logre los objetivos que se han planteado a su alrededor, y que lo haga de manera sostenida, observando siempre una conducta ética.
Ante las amplias posibilidades y nuevos retos que ofrecerá el sector, debemos tener siempre como objetivo fundamental instaurar armónicamente un ambiente de confianza y certidumbre jurídica, que atraiga la inversión, la cual, generará empleos y desatará la actividad económica esperada.
Esto requerirá grandes esfuerzos, porque en el mundo globalizado actual, cada nación sigue su propia dinámica y realiza los cambios que considera necesarios para conseguir su propio desarrollo. Entonces, la visión que tengamos debe ser integral, globalizada y moderna, para convertirnos en el primer destino de la inversión nacional y extranjera.