En el baúl de los recuerdos nos encontramos con la paranoia provocada hace unos ayeres por el cambio de milenio y sus repercusiones dentro del mundo de las TIC; nos referimos expresamente al llamado “Error del 2000”, también conocido como “Efecto Y2K”, cuyas presuntas secuelas invitaban a pensar en una nueva versión del Apocalipsis y obedecían a un error técnico que afectaría a las computadoras que codificaban los años con los dos últimos dígitos, por lo cual la llegada del 2000 podría interpretarse como 1900 y, en consecuencia, se desataría la anarquía en prácticamente todos los sistemas con basamento informático.
Hay que reconocerlo: aun los más escépticos alguna vez hemos cruzado los dedos para que las caóticas profecías de Nostradamus no pasen de ser meras piezas literarias y se queden en el tintero, pero en el mundo tangible no basta con apostarle a la suerte y dejarse arrastrar a voluntad del destino; hay que tomar decisiones, actuar, prevenir…, tal y como hace casi 15 años lo hicieron las empresas y la mayoría de los gobiernos, quienes trabajaron en protocolos de emergencia para anticiparse a un latente desastre.
Entre que eran peras o manzanas, lo cierto es que en aquel entonces la cultura del pánico motivó inversiones que rondaron los 250 mil y 550 mil millones de dólares a nivel global, algo que llegó a considerarse excesivo sobre todo porque al final las computadoras respondieron de manera correcta, incluso las más viejas y de carácter doméstico, pues desde los noventa estos equipos ya preveían los cuatro dígitos del año 2000 y sucesivos.
Por aquellos días hubo hasta quienes argumentaron que sólo se trató de una estrategia mercadológica; como ejemplo, baste mencionar que en enero de 1999 comenzó el rodaje del filme norteamericano Y2K (traducido al español como Pánico en el 2000), el cual se estrenó a finales del mismo año aprovechando “casual y oportunamente” el alboroto popular y el miedo ante el hipotético caso de que todo hubiera fallado durante los primeros minutos del 2000. Podría decirse que, dentro del terreno cinematográfico, el éxito en taquilla de la película en comento no llegó ni a la media de lo originalmente proyectado, pero de que inquietó una que otra neurona y agitó millones de billeteras empresariales, eso ni dudarlo.
El “Efecto 2038”
Aunque el cómputo personal, en el más estricto de los sentidos, ya festejó sus bodas de oro, podemos asegurar que apenas desde hace un par de décadas el pulso de la sociedad comenzó a someterse irremediablemente a los caprichos de la tecnología, donde el común denominador ha tenido que ver con una dependencia extrema respecto de los programas informáticos y muy particularmente del fenómeno llamado Internet.
El comentario viene a colación porque, al igual que como sucedió con el cambio de milenio, hemos estado recibiendo pequeñas dosis de alarma y advertencias por la posible llegada de un nuevo “apocalip-sys”, cuyas implicaciones podrían multiplicarse por miles o millones debido justamente a nuestra tecno-dependencia.
A saber, han vuelto al escenario las controversias con respecto a los relojes que actualmente utilizan muchas de nuestras computadoras, aunque la oleada de especulaciones ahora gira alrededor del denominado “Efecto 2038”; se trata de un bug relativo a la codificación del tiempo en los sistemas de 32 bits, anticipándonos fallos catastróficos en enero del año 2038 y una regresión de los sistemas a la fecha del 13 de diciembre de 1901.
Varios son los puntos de vista en cuanto a este tema: hay quienes afirman que con la simple migración a los 64 bits quedaría todo resuelto (pero existen muchos sistemas antiguos basados en COBOL, por ejemplo, que sí requerirán otro tipo de soluciones); también hay los que en tono sarcástico recomiendan “poner el reloj de una PC de 32 bits en el último día del 2037 y ver si se abre un vórtice a través del tiempo que colapse al universo”; no ha faltado quien, con algo de sentido común, opina que a la velocidad con la cual evoluciona la tecnología muy probablemente los sistemas actuales estarán en la chatarra o que en 24 años no existirán equipos de 32 bits.
Podemos citar razonamientos técnicos, propuestas, ideas encontradas y hasta mensajes apocalípticos con respecto a problemáticas como la del Y2K o el Efecto 2038, pero la verdad de todo lo anterior es que vivimos en un mundo que no puede imaginarse sin las bondades de la tecnología y, por lo mismo, lo más justo sería aprovecharla para lo que fue hecha, sin olvidar -claro está- que en toda película siempre habrá buenos y villanos.
Sólo espero descubrir en qué bando podría ubicarme, pues sinceramente el nuevo filme de Johnny Deep, titulado “Trascendence”, me dejó un tanto desorientado y ahora no sé quiénes son los rudos y quiénes los técnicos, pero de ello platicaremos en nuestro próximo Securus Mundi, donde esperamos contar con su amable lectura y participación.
Por Enrique Escobar autor es Director de Soporte Técnico en HD México.