Fue otra semana volátil, pero las acciones lograron terminarla un poco más arriba. A consecuencia de los giros de la semana pasada, hubo una fuerte fluctuación que transformó la pérdida de 250 puntos del índice Dow Jones Industrial Average en una ganancia de 200 puntos el viernes pasado. En la semana general, el índice Dow Jones Industrial Average subió un 0.97% y cerró en 16,472, el índice S&P 500 trepó un 1.04% y cerró en 1,951, y el índice Nasdaq Composite, compuesto mayoritariamente por empresas tecnológicas, quedó rezagado ya que solo sumó un 0.45% y cerró en 4,707. Mientras tanto, la rentabilidad de las letras del Tesoro a 10 años cayó del 2.16% al 1.99%, a la vez que aumentó el precio.
A pesar de su crecimiento en la última semana, las acciones terminaron el tercer trimestre con su peor desempeño desde 2011. Pero la conclusión clave es la siguiente: en medio de la escasa evidencia de crecimiento mundial, los inversionistas de capital están comenzando, una vez más, a mirar hacia los bancos centrales en busca de dadivosidad y estímulo monetario para contribuir al crecimiento de las acciones.
Aumentan los indicadores de estrés financiero
Después de luchar durante un tercer trimestre especialmente malo, en el cual se evidenciaron caídas en las acciones que llevaron a una pérdida de US$10 mil millones de dólares en la capitalización de mercados bursátiles mundiales, los inversionistas se debieron enfrentar la semana pasada a la desagradable tarea de digerir otro conjunto de datos económicos atenuados. En EE. UU., el informe de empleo fue decididamente débil, mientras que la evidencia continúa sugiriendo que el sector industrial estadounidense tiene dificultades producto de un dólar fuerte y una demanda débil en el exterior.
Crecen las inquietudes sobre la salud de la economía mundial y se manifiestan de varias formas. En primer lugar, el Índice de Estrés Financiero Global (Global Financial Stress Index), una medición general del estrés financiero, alcanzó recientemente su nivel más alto desde el verano de 2012. Con una creciente aversión al riesgo entre los inversionistas, llamado coeficiente beta alto, continúan sufriendo las categorías de impulso más volátiles. Por ejemplo, en las bajas de la semana pasada, cayó el índice Nasdaq Biotech casi un 30% con respecto a su valor más alto de julio. Además, han estado cayendo recientemente las rentabilidades derivadas de acuerdos relacionados con fusiones y adquisiciones.
Mientras luchaban las acciones, cayó la rentabilidad de los bonos y subieron los precios. Durante gran parte de las últimas semanas, las rentabilidades se mantuvieron bajas a causa de una pronunciada caída en las expectativas respecto de la inflación estadounidense. En las bajas de la semana pasada, una medición clave de la inflación, los puntos de equilibrio a 10 años, se mantuvo por debajo del 1.40%, su nivel más bajo desde 2009.
El viernes pasado, se aceleró la caída de rentabilidades luego de darse a conocer el informe atenuado y desalentador del mercado laboral de EE. UU. No solo estuvo la cifra de septiembre casi 50,000 unidades por debajo de las expectativas, sino que también las nóminas de agosto arrojaron números bajos. Además, se mantuvieron inalterados los salarios por hora y decayó la tasa de participación en la fuerza laboral a su nivel más bajo desde 1977. Las menores expectativas de crecimiento económico también hacen presión sobre los bonos de alto rendimiento. La semana pasada, los inversionistas retiraron US$1,500 millones de la clase de activos, lo que significó el mayor flujo de salida semanal desde el 1 de julio.
De cara al futuro: el regreso a los viejos trucos
La recuperación repentina de las acciones el viernes pasado se podría interpretar como un presagio de otro cambio más en el régimen de inversiones: una renovada confianza en los bancos centrales. No solo los inversionistas estadounidenses consideraron un informe laboral débil como señal de que la Reserva Federal aplazará el alza de las tasas de interés (para darles a los bonos la excusa de recuperarse), sino que también hay otros países que siguen los mismos pasos. Las acciones europeas se verán favorecidas gracias a un informe de inflación débil, lo cual puede incentivar una mayor flexibilización cuantitativa por parte del Banco Central Europeo. Se evidencia una situación similar en mercados emergentes como India, en donde las acciones se vieron beneficiadas la semana pasada por un inesperado recorte de las tasas por parte de su banco central.
Continuamos considerando que no habrá una recesión en EE. UU. próximamente, pero está quedando claro que el país no es inmune a la desaceleración global. Es muy posible que el crecimiento durante el segundo semestre sea considerablemente más lento que el 4% aproximado que evidenciamos en el segundo trimestre. La perspectiva más pesimista de la economía, que desalienta las expectativas de un aumento por parte de la Reserva Federal, también contribuye a la disminución de la rentabilidad a corto plazo. La semana pasada, el rendimiento de las letras del Tesoro a dos años cayó al 0.55%, casi 10 puntos básicos por debajo de su valor de principio de año.
Es posible que los inversionistas estén percibiendo que “se está repitiendo la historia una vez más”, como lo dijo Yogi Berra, quien falleció recientemente. Como hemos visto en años recientes, en un mundo donde la Reserva Federal mantiene las tasas ancladas en cero, las acciones se benefician únicamente porque se comparan favorablemente en relación con el efectivo y la insignificante rentabilidad de los bonos. Nos encontramos en un ambiente en donde algunos temas antiguos, como las acciones que generan renta, vuelven a ponerse de moda a medida que los inversionistas se preparan para una racha aún más larga de tasas “bajas por mucho tiempo”.
Russ Koesterich, Director Administrativo, Estratega Principal de Inversiones Globales de BlackRock y para iShares de BlackRock
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