El 73% de los defraudadores son empleados de la compañía. El 54% de ellos tiene una edad comprendida entre los 36 y los 55 años, la tercera parte es un empleado que trabaja en el área de finanzas, operaciones, ventas o marketing y tienen una antigüedad promedio en la compañía de seis años dice Alejandro Desfassiaux, autor de Cómo poner un alto a la inseguridad en México.
Una tercera parte de los defraudadores son directivos, comenta el Presidente fundador del Consejo Nacional de Seguridad Privada, A.C. “El defraudador es un delincuente ocasional, no reincidente. Se trata de un empleado de confianza, con un cargo de responsabilidad y en el 60% de las veces actúa con la complicidad de una persona de la compañía”, dice el autor que divulgó cinco propuestas para lograr la tranquilidad de la ciudadanía.
¿Qué roban estos delincuentes de cuello blanco? En el 56% de los casos realizan malversación y fraude en las compras, en segundo lugar obtienen ingresos de activos mediante actividades ilegales como robo hormiga, venta de bases de datos, prototipos de extensiones de línea y otros.
El promedio de cada fraude es de un millón cuatrocientos mil pesos y el promedio que tarda en detectarse es de 17 meses después de perpetrado.
Motivación, oportunidad y racionalización son los tres factores que incitan al fraude dice Desfassiaux, quien menciona que la sensación de cobrar poco es la principal motivación para defraudar a la empresa. Sin embargo, “la cuantía económica no es lo más importante para motivar a los colaboradores. A veces prestaciones como la flexibilidad de horarios son más efectivas”, dijo el autor del bestseller de seguridad.
“Facilitar la comunicación y la interacción entre compañeros y directivos genera un importante incentivo laboral al generar un buen clima de trabajo. Sin embargo, el principal elemento para disuadir el fraude en la compañía es la tolerancia cero. Los empleados defraudan porque pueden hacerlo. Al controlar firmemente los recursos, no habría manera de que se pudiera gozar de la riqueza mal habida”,comenta Desfassiaux.
Diez ideas de Desfassiaux para evitar el fraude empresarial
- Testigos. Quienes son testigos o sospechan haber presenciado un fraude y lo denuncian pueden ayudar a detectar otros. Alrededor del 40% de los fraudes detectados en una empresa son por esta vía. Es fundamental que exista un ambiente de credibilidad y confianza para que se delate al criminal.
- Observar a los sospechosos. Las personas que cometen fraude normalmente muestran algún tipo de comportamiento bastante inusual o extraño, como rehusarse a irse de vacaciones, suprimir la hora de comida, negarse a delegar trabajo, mostrar actitudes defensivas…
- Denuncia anónima. La existencia de una forma anónima de denuncia puede ser una excelente alternativa, sobre todo para empresas grandes. Se recomienda una línea telefónica.
- Auditarías no programadas. Muchas empresas piensan que una auditoría externa puede ser la solución para detectar un fraude a tiempo, pero sólo ayudan a descubrir aproximadamente el cuatro por ciento de los fraudes dentro de una empresa, contra el siete por ciento que se descubren simplemente por accidente. Es aconsejable combinar auditorías programadas con registros sorpresa.
- Localizar documentos perdidos. Documentos que no se pueden localizar puede ser un indicio de un fraude. Una técnica muy útil al respecto es que los directivos de cada departamento, cada tanto y de manera aleatoria, soliciten documentos a sus subalternos para la detección temprana de fugas de información, uso fraudulento de recursos o abuso de confianza.
- Medidas según el tamaño de la empresa. Para los negocios que tienen menos de cien empleados, el tipo de fraude más común es la emisión de cheques, desaparición de efectivo y manipulación fraudulenta de la nómina de pago de la empresa. En las grandes empresas la corrupción es la forma más común de fraude.
- Exceso de emisiones de documentos o pagos. Así como la ausencia de documentos puede ser una señal de que hay alguna fuga de información o recursos, una gerencia o una administración efectiva puede detectar una ventana de fraude con la reiterada emisión de documentos o pagos en un departamento de la empresa. Entre estas situaciones también podemos considerar la existencia de empleados “fantasmas” o inexistentes, el exceso de compras o adquisiciones y la presencia de desequilibrios en los balances financieros de la empresa.
- Detectar posibles asociaciones delictivas. Para un fraude individual, la extracción de recursos es menor, pero cuando hay al menos dos implicados la suma se duplica e incluso se quintuplica. Si hay cuatro involucrados al menos, las pérdidas debidas a un fraude pueden llegar a ser catastróficas. Hablamos de al menos dos millones ochocientos mil pesos.
- Confiar en clientes y proveedores. En caso de recibir una advertencia de una persona que se encuentra fuera de la empresa, lo mejor es investigar a fondo.
- Ser proactivo. Se necesita mantenerse alerta en todo momento, preparar a los empleados y dirigentes, modificar las políticas de la empresa, hacer controles informáticos, realizar periódicamente auditorías internas y sobre todo, mantenerse alerta en cuanto a la existencia de grietas o brechas de seguridad.
“En general, las cinco propuestas para lograr la tranquilidad de la ciudadanía son necesarias para detectar a los criminales en la oficina”, menciona Desfassiaux. Es decir, que el departamento de seguridad reporte directamente al director general, tener un cuerpo de seguridad profesional, entrenado y con pruebas de confianza, realizar un análisis costo-beneficio para evaluar la rentabilidad de la seguridad, tener un férreo control de los activos y valores empresariales y buscar un modelo de reinserción social que impida la impunidad. “El que la hace la debe pagar”, refiere el autor.
Finalmente, el gurú de seguridad comenta que hay siete criminales que deben evitarse en los centros de trabajo. Pretender que un criminal sólo se refiere al defraudador nos impide frenar otras conductas nocivas en el trabajo. Cuidado con estos “colaboradores”, alerta Desfassiaux:
Lujurioso. Es quien continuamente molesta a sus subalternos o compañeros de trabajo con insinuaciones de tipo sexual, pues las demandas por acoso resultan cuantiosas y demeritan la reputación de la compañía que equivale a una tercera parte del valor de la marca.
Perezoso. Este personaje demora hasta 15% más que sus compañeros en entregar resultados y su desempeño es deficiente, rehúsa aportar más o generar esfuerzos extras para cumplir objetivos. Los quejosos están en esta categoría.
Goloso. No sólo de alimentos sino de honores y prestigio. Es el típico trabajador hedonista que se enfoca tanto en un objetivo que olvida los demás y las metas a largo plazo. Suele generar pérdidas de hasta el 30% de las ventas por carecer de visión y compromiso con los resultados.
Iracundo. Su mal carácter asusta a sus socios de negocio y aliados comerciales. Hasta sus asistentes le temen y presentan equivocaciones continuas. Mal elemento para el equipo de trabajo. Incide en un mal clima laboral que ocasiona faltas, demoras y hasta accidentes laborales.
Envidioso. Quiere el éxito y honores de los demás. Busca tener los lugares y privilegios de otros, ansía alabanzas y ser el centro de atención con tal fervor que desestima las labores a las que debería prestar toda su atención. Se apropia de los logros ajenos y devalúa el trabajo corporativo.
Avaro. Acumula conocimiento y experiencia. Se niega a compartir, es el terror de los colaboradores nuevos, pero los trabajadores experimentados lo ven con recelo. Es el “traga” talento, capacidad y energía.
Soberbio. La “estrellita” que se niega a recibir apoyo, que se mata en el trabajo y siempre busca el reconocimiento. Un elemento valioso, que puede alentar el mejoramiento continuo…o propiciar la furia de los otros.
Redacción
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