Muchas veces la mayoría de nosotros tenemos ideas que creemos podrían ser buenas ideas de negocio o podrían ser del interés de ciertos sectores de la comunidad, en caso de proyectos sin fines de lucro, sin embargo, la mayoría de las veces esas ideas realmente no constituyen una verdadera oportunidad para emprender. El desafío es como poder identificar o filtrar aquellas ideas que si tienen el potencial de convertirse en una oportunidad.
Lo primero es tener claridad de los objetivos, es decir, debemos definir si queremos llevar a cabo un proyecto comercialmente viable, con inversión de riesgo y utilidades que retribuyan ese riesgo o un proyecto de tipo social, que sea sustentable en términos de su autofinanciamiento o en otras palabras que no dependa exclusivamente de las donaciones de personas particulares y aportes o subsidios del estado.
De manera relacionada, en el último tiempo es cada vez más frecuente ver emprendedores que incorporan en el corazón de sus proyectos un aspecto social claramente definido que no se contrapone al objetivo manifiesto de obtener utilidades, pero que genera un impacto social concreto con el cual se pueden identificar de manera positiva tanto los inversionistas como futuros clientes o usuarios de estas iniciativas.
Un claro ejemplo de esta nueva tendencia es la empresa Guadalupe Blanco fundada por Anna Piazzesi que recibe donaciones de vestidos de novias de diseñador semi nuevos y las vende a una fracción del precio original para todas aquellas novias inteligentes que buscan el vestido de sus sueños. El 40% del valor de cada venta se destina directamente a la fundación Yoliguani que ayuda a las mujeres embarazadas a tener a sus bebes y mantenerlos o darlos en adopción si es su decisión hacerlo.
Una vez definidos los objetivos que queremos lograr debemos revisar la factibilidad tanto técnica, comercial y legal de nuestra idea, es decir, verificar que lo que deseamos realizar es posible y que recursos necesitaremos para llevarlo a la práctica. Con estos ingredientes básicos ya estamos en condiciones de comenzar a validar si la idea original tiene algún potencial de convertirse efectivamente en una oportunidad.
El Plan de Negocios
Normalmente llegados a este punto, muchos emprendedores comenzaban a desarrollar el plan de negocios, documento que explicaba en detalle la naturaleza de la oportunidad identificada, la estrategia de comercialización, las inversiones necesarias y los retornos esperados para los próximos cinco o diez años, entre otros puntos.
Afortunadamente, las investigaciones realizadas en la Universidad de Stanford en Estados Unidos por el emprendedor serial Steven G. Blank, en los últimos años, han generado importantes evidencias respecto de los inconvenientes de seguir esta metodología tradicional y por el contrario el movimiento Lean Start Up basado en estos principios esta cada día adoptando nuevos adeptos, entre ellos las principales escuelas de negocios en todo el mundo.
Esta metodología, conocida también como desarrollo de clientes o producto mínimo viable, favorece en términos de Blank la experimentación y descubrimiento por sobre la detallada planificación y diseño de productos y servicios en el laboratorio, al poner a los clientes en el centro de la interacción y de la búsqueda de un modelo de negocio que genere valor satisfaciendo las necesidades reales de los clientes de una manera distinta o superior a los competidores o sustitutos.
Mtro. Angelo Gordillo A. Director Incubadora de Negocios Universidad Anáhuac
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