A pesar de los avances hacia la equidad de género que, como humanidad, hemos tenido en múltiples ámbitos, la desigualdad de la mujer en terrenos como el laboral y económico siguen siendo problemáticas importantes que es preciso resolver. Un dato sumamente revelador en este sentido es que, hoy en día, menos de la mitad de las mujeres en edad de trabajar participan en la fuerza laboral mientras que, en el caso de los hombres, tres cuartas partes del total lo hacen.
Ahora que se conmemora una edición más del Día Internacional de la Mujer, es el momento ideal para ahondar sobre este tema tan crucial, evaluando los retos, avances y oportunidades para generar, entre todos los involucrados, un nuevo panorama para las mujeres en México como género económicamente activo y como usuarias de servicios financieros.
Hoy día, las mujeres a nivel global todavía representan el segmento no bancarizado más amplio. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), previo a la pandemia el 56% de las personas sin una cuenta bancaria en el mundo eran mujeres, lo que significa una cifra de casi 1,000 millones no bancarizadas. Toda vez que la crisis ocasionada por el Covid-19 significó la pérdida de miles de empleos, en su mayoría los más vulnerables y sobre todo los que se desarrollaban en la informalidad, los cuales son principalmente ejecutados por personas del género femenino, se puede pensar que el problema persiste.
Si algo es cierto es que la digitalización no sólo está ayudando a cerrar la brecha laboral, sino que también es el puente que facilitará la transición hacia una mayor bancarización de este grupo, aunque no es suficiente. Independientemente del aspecto tecnológico, hay mucho más trabajo por delante: simplemente, como indica el Banco Mundial, a la brecha de género en el acceso y uso de productos financieros hay que sumar la de habilidades, conocimientos y comportamientos financieros, que deriva en niveles más bajos de bienestar financiero para las mujeres, siendo América Latina y Caribe la región más afectada.
¿Por qué es así? Un reciente análisis del Banco de Desarrollo de América Latina deja ver que la naturaleza de la exclusión financiera de las mujeres en la región tiene diversas aristas, incluyendo una dependencia significativa de la economía informal (como ya lo mencioné), alta vulnerabilidad financiera y bajo acceso al mercado crediticio (por falta de incentivos adecuados en el sistema formal), entre otras. Ante esto no sorprende que, en México, aunque el 74% de los hombres tienen o han tenido al menos un producto bancario, la cifra se queda 12 puntos porcentuales por debajo en el caso de las mujeres, llegando únicamente al 62%; esto, según los datos más recientes de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
En FICO coincidimos con la OIT cuando menciona que la industria de servicios financieros puede ser catalizador y barómetro de la equidad de género: no es que la inclusión financiera redundará en equidad per se, pero un acceso equitativo a la gama completa de servicios financieros para ellas sí abre la puerta a mayores oportunidades de empoderamiento social y económico.
El camino a seguir
Contar con un sistema financiero más inclusivo traerá grandes beneficios a la economía mexicana y brindará la estabilidad financiera que las mujeres necesitan para el mejor desarrollo y calidad de vida tanto personal como de sus familias, lo que nos dará acceso a una mayor estabilidad como país, al tiempo que avanzamos en la equidad. Asimismo, entre más mujeres formen parte del sistema financiero, éste se irá amoldando cada vez más y creará productos más acordes a este grupo particular, al notar la importancia de las mujeres para su rentabilidad, de forma que esta inclusión es un ganar-ganar para la sociedad y el sector financiero del país.
Ahora bien, ¿cómo avanzar por este camino? Sin duda, se trata de un impulso multidisciplinario, pero el rol de la industria bancaria es fundamental, comenzando por continuar ofreciendo una educación financiera, con la particularidad de que se ponga énfasis en la perspectiva de género para llevar a las mujeres a un nivel similar al de los hombres en cuanto a la comprensión de términos, las opciones a elegir y demás, así como con la generación de planes acorde a lo que las mujeres necesitan, es decir cubrir sus necesidades y adecuar a sus condiciones, sin importar la etapa financiera en la que se encuentran o el rol que desempeñen en la sociedad.
Otro elemento que será crucial para que las mujeres tengan mayores probabilidades de acceder al sistema financiero, y que ya se está preparando, es Open Finance / Open Banking. Estos conceptos significarán la implementación de un sistema que conjuntará los diferentes datos financieros (bancarios, de servicios, etcétera) conectados al usuario final, almacenándolos en un ambiente 100% digital seguro y siempre disponible, para que –al compartir y tener acceso a toda esta información de las personas– se facilite la aprobación de créditos, se optimicen los servicios de gestión financiera y las instituciones bancarias puedan contar con mayor capacidad de prevenir fraudes y lavado de dinero, entre muchas otras posibilidades. En el caso de México, las regulaciones siguen en proceso; es momento de que los bancos continúen preparándose a nivel tecnológico para que, una vez esté implementado, puedan obtener todas las ventajas que traerá.
La meta es el empoderamiento financiero de las mujeres. Una vez que se haya recorrido todo el sendero para llegar ahí, será entonces que se pueda hablar de igualdad de condiciones para las mujeres en el sistema financiero y en la sociedad en general. La buena noticia es que ya estamos en el camino y, en lo que a FICO respecta, estamos muy comprometidos no sólo con ayudar al negocio de los bancos, sino a construir una sociedad más inclusiva, a través de ser parte de la conformación de un entorno financiero -brindando las mejores soluciones- en el que las mujeres confíen y del que se sientan parte.
Gilma Díaz, directora de Ventas para la región NOLA (México, Colombia, Costa Rica y Salvador) en FICO
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