Nos encontramos sumergidos en la sociedad de la información originada por la revolución tecnológica prevaleciente; algunos prefieren nombrarla sociedad del conocimiento o más ambiciosamente sociedad del aprendizaje.
Desde mi punto de vista, la abundancia de información no lleva a transformarla en saberes ni mucho menos en desarrollar habilidades y destrezas para aplicarlos, por lo que considero más acertado continuar llamándola sociedad de la información. Si revisamos las cifras de Cisco podemos comprender perfectamente a qué nos referimos con este término. Para el año 2020 se estima que existan 50 billones de dispositivos conectados a internet produciendo datos, es decir, más de seis equipos por persona y que el tráfico de internet global sea de 2.3 ZB (zettabyte) por año, esto es, 95 veces más del volumen que se tenía en 2005. Sorprende que existirán más personas con un teléfono inteligente, que con agua corriente.
Curiosamente desde los años 70´s surgió el concepto de sobrecarga de información refiriéndose a la gran producción de esta y a la incapacidad de las personas de lidiar con estos flujos constantes de datos, pero fue con la llegada de internet cuando esta idea adquirió un mayor significado por el gran volumen de mensajes, correos, imágenes, noticias y otros (principalmente digitales, pero no exclusivamente) que procesamos constantemente y las consecuencias negativas que pudiera ocasionar.
Las palabras “Infoxicación” e “Infobesidad” cobraron vida ante este fenómeno y en 1996 el psicólogo británico Davis Lewis diagnosticó el Síndrome de Fatiga Informativa (SFI) como el efecto dañino de la contaminación informativa que sufrieron varios ejecutivos después de estudiarlos. Desde otra perspectiva, autores como Agustín Medina aseguran que el exceso de información provoca desinformación, explicando que cuando se satura la mente de elementos contradictorios (como es común en la red) provoca confusión y en esta era informática no es sencillo reconocer lo verdadero, lo fiable, lo útil, lo pertinente.
Pero ¿realmente somos víctimas del exceso de información en el que vivimos? Cay Johnson en en su libro “La dieta de la información” nos provoca a ser responsables de nuestro consumo de información y lo compara con la comida, ahí están los alimentos pero es nuestra decisión lo que ingerimos en cuanto a cantidad y calidad, por lo que nos lleva a reflexionar en nuestros hábitos de consumo de datos en: periódicos, revistas, redes sociales, vídeos, imágenes, mensajes, programas y series de televisión, tiendas online, páginas web, blogs y un largo etcétera que conforman nuestro sistema diario de información.
Por lo tanto, al igual que no pensamos que una persona obesa está sobrecargada de comida, tampoco podemos tener la idea de estar sobrecargados de información. La solución está en hacernos responsables de nuestro consumo, ser selectivos y hacer una dieta balanceada de información ya que esta irá exponencialmente incrementándose con internet de las cosas y con el hecho de que día a día habrá más personas conectadas.
Mtra. Ma. Luisa Ruiz Calleja
Académica de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac México.
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