Recuerdo cómo en cualquier clase, conferencia o taller al que asistía se nos invitaba a los aspirantes a profesionistas a buscar ser los mejores, los primeros, tener una posición dentro de un grupo para dirigirlo y ser los líderes que nuestro país necesitaba. Yo me preguntaba ¿cómo le vamos a hacer los estudiantes motivados para serlo, teniendo todos la misma meta en la carrera, universidad, ciudad o país?
Esto de ser “al que siguen” no era cosa fácil e implicaba, a veces, pasar por encima de otros. Claro que habían cambiado algunas formas como “ordenar”, por “delegar”; pero a mí todo me sonaba a mandar, ser responsable de que cada quién haga algo; y cómo por arte de magia poder sortear los problemas con éxito. La sola idea me agotaba. Estas recetas del éxito me sonaban a paradigmas heredados del siglo XX y en este siglo el reto es transformar realidades que quedaron bastante lastimadas por estos “número uno”.
Entonces me percaté que había individuos dándole la vuelta a la idea del líder tradicional, construyendo una mejor sociedad para todos: los agentes de cambio. Encuentran un beneficio personal en trabajar por el bien común, incluyendo a otros, y ser el mejor está en función de cómo alcanzar esta visión sobre el deber ser para el beneficio de su comunidad. Esto me suena tan inspirador como ser “líder”, así que les comparto qué características he identificado en estos transformadores sociales:
– Incluyen a otros. Se les facilita escuchar, respetar opiniones y sentimientos de otros porque visualizan que la construcción de algo que beneficie a muchos tiene que incluirlos. Daniel Goleman describe esta capacidad de empatía y escucha como inteligencia social.
– Tienen ojo crítico y corazón esperanzado. Opinar y criticar a los demás es muy diferente a mantener una visión crítica de las situaciones enfrentadas. Los agentes de cambio mantienen el ojo crítico para tener un entendimiento de quiénes y qué motivaciones originan las situaciones. Esto les permite visualizar cómo deberían de ser las cosas y tener la convicción de que las personas apelarán por el bien común; que el cambio puede y debe generarse por ellas mismas. En la Imaginación Profética, Walter Brueggemann describe el “ojo crítico y el corazón esperanzado” como una de las capacidad de quienes cambian las circunstancias que viven o aquejan a su pueblo.
– Son optimistas inteligentes. Es común en una situación adversa escuchar que debemos ser optimistas, lo cual es cierto, pero esto no debe reducirse a “estar de buen humor y contento”. El optimismo es la capacidad de superar la frustración y tristeza fácilmente. No quiere decir no se sienta. El agente de cambio se mantiene optimista practicando las 3 P: la situación No es Personal ya que un problema no define quiénes son, No es Permanente porque el inconveniente pasará, y No Penetra su vida, porque ningún problema o situación que se presente profesionalmente debe traspasar a su vida personal ni viceversa.
– Hacen que otros logren sus objetivos. Marshall Ganz, activista y catedrático de Harvard comienza su clase diciendo: “un líder es aquel que acepta la responsabilidad de hacer que otros lleguen a sus objetivos a pesar de la incertidumbre”. Está claro que ser líder no tiene que ver con una agenda personal. La agenda es construida por todos, y los agentes de cambio impulsan estos objetivos al enfrentar la incertidumbre. Identifican, incluyen y desarrollan a más agentes de cambio, al aumentar la capacidad y valor del grupo.
Hoy, la búsqueda ya no es por ser el número uno, sino por ser el signo de + que permita la suma de cada uno de nosotros.
Por Cristina Martínez Torres
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