El país está triste por tener un asesinato político más en su historia; por ver a los políticos medrando con el asesinato y reclamando a quien, a su vez, pretende sacar provecho propio con esta muerte; por ver a un gobierno que confunde el acto de poder del Estado, con un simple y tardío llamado al diálogo; por ver cómo el juego electoral está por encima de la seguridad del Estado y de sus ciudadanos; por ver la mezquindad de los políticos al buscar culpables de sus actos colectivos; y, finalmente, México está triste por ver al Estado mexicano y a sus instituciones, vulnerados, por la gran incapacidad del gobierno para tomar las decisiones de Estado adecuadas para evitarlo.
Hemos llegado a la frívola situación en la que un atentado contra el Estado ya no conmociona al país y no merece el cambio de las agendas del día, no se le da prioridad al trabajo político, sólo se hace mal uso de la comunicación y, además, se osa decir que los ciudadanos tenemos que ser partícipes del único asunto que es totalmente responsabilidad del Estado, que es la defensa de las instituciones y de la seguridad nacional. Al parecer, para la Presidencia, la mala situación de la seguridad ya no sólo es culpa de los periodistas y de los medios, sino que ya es culpa de los ciudadanos también. En nuestra democracia y diseño de país, el Estado es el único que detenta el monopolio de la fuerza o, por lo menos, eso creíamos. Hoy, ante estas acciones que vulneran a nuestras instituciones, no quisiéramos empezar a dudarlo.
Otra gran tristeza es el hecho de que, además de quedar las instituciones en riesgo, la historia se repite y nuevamente los partidos toman posiciones que son extremas, como cuando se enfrentaban en México liberales contra conservadores. Por ello, vemos al PAN pactando con el PRD, en una alianza incongruente, en contra del PRI, por el simple hecho de obtener un candidato ganador, para no dejar la Presidencia y por falta de opciones internas que puedan lograr el triunfo en la elección de 2012.
Ante esto, frente a esta alianza, queda el PRI con sus pleitos intestinos entre sus principales grupos, peleando a muerte la candidatura presidencial de 2012, con las paradas técnicas obligadas (como son la elección del próximo domingo y la elección del Estado de México) y en donde aún, al día de hoy, no sabemos hasta dónde pueden llegar los grupos políticos.
México está triste además, porque la alternancia en el poder es fallida ya que, a diez años de tenerla a escala federal, solamente nos ha traído polarización, mayor corrupción, inseguridad y, ahora, vulnerabilidad institucional, todo esto por la falta, uso y entendimiento del poder del Estado.
Si hay voluntad para arreglar las cosas, se necesitaría empezar la negociación de manera urgente con todos los actores, más allá de los pactos electorales, para demostrar que se tiene un gobierno que opera políticamente y, entonces, la delincuencia organizada entenderá que todos los espacios se le cerrarán y no podrán seguir operando en la impunidad. Sólo entonces se anuncia el pacto que hará que la sociedad y los ciudadanos se sientan más tranquilos.
Mientras esto no pase, y como parte de la debilidad del Estado, seguiremos dando pie a los oportunistas políticos para regodearse frente a las cámaras de televisión o de radio a poner condiciones para el diálogo, cuando ni siquiera tienen la posición para ser incluidos en tan mal habida discusión, sólo los necios están respondiendo a este llamado que, desafortunadamente, es sólo un mensaje político más, que empieza a dejar ver muy mal parada a la Presidencia de la República, porque ya se olvidó de la operación política.
México está triste y vulnerado por atentados y por la falta de capacidad de reacción del Estado.
Marco V. Herrera B.
Presidente de Grupo Public, Consultor en negocios, asuntos públicos y comunicación estratégica. Es conferencista y analista político.
Editorialista del Periódico El Financiero
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