Según La Organización Mundial de la Salud (OMS), el 10% de la población en el mundo sufre algún grado o tipo de discapacidad. El 80 % vive en países pobres, que son los menos preparados para atender sus necesidades.
El concepto de discapacidad ha pasado de contemplarse como un modelo estrictamente médico a uno social y de derechos humanos. De esa manera, es posible que las personas discapacitadas, y con la capacidad que conservan, puedan reintegrarse a su entorno social y, en su caso, laboral, por medio de programas de rehabilitación eficientes que vayan más allá del aspecto físico.
En México, según estadísticas oficiales, menos del 3% de la población sufre discapacidad, lo cual ubica a nuestro país por debajo del promedio mundial. Pero no necesariamente son cifras reales, sino de censo, además de que hay países en que la discapacidad es masiva (por cuestiones bélicas, por ejemplo), lo que abulta su promedio pero al mismo tiempo su experiencia para atender y reincorporar discapacitados social y laboralmente.
La discapacidad y una posible rehabilitación y reincorporación al trabajo, tiene muchas vertientes, que desde luego inciden en la productividad de las empresas según explica el Doctor Manuel Díaz Vega, Jefe de la División de Discapacidad para el Trabajo del Instituto Mexicano del Seguro Social, la discapacidad es un concepto que ha tenido muchos cambios durante el tiempo. Actualmente se considera que una persona tiene discapacidad cuando no tiene integridad en su estructura anatómica y sus funciones corporales, lo que le impide realizar actividades de la vida diaria comunes y participar socialmente.
Las principales causas de discapacidad en México pueden ser desde las que surgen antes del nacimiento, como la desnutrición, el tabaquismo de la madre, el VIH u otras enfermedades infecciosas. Hay causas públicas, como los accidentes, los asaltos, las agresiones. En la etapa laboral existen los riesgos de trabajo.
Pero también hay enfermedades crónico-degenerativas, que ahora se presentan a una edad cada vez más temprana, las cuales evitan o limitan que la persona siga laborando: diabetes, cáncer, enfermedades articulares degenerativas, alteraciones visuales o auditivas, insuficiencia renal. Llega un momento en que esas personas ya no pueden seguir trabajando y es necesario acreditarles una pensión por invalidez, y eso también es un tipo de incapacidad. Y bueno, la edad adulta también es una causa, porque genera limitaciones para desarrollar actividades o para participar socialmente.
Todos los programas de rehabilitación tienen el objetivo de la reinserción laboral aclara el Doctor Díaz Vega, pero nos enfrentamos a la discriminación hacia las personas con discapacidad y no es sólo de las empresas. De hecho, está dado desde la familia. Alguien que sufre un riesgo de trabajo enfrenta la primera línea de discriminación en su familia. Primero, lo sobreprotegen: lo bañan, le dan de comer en la boca, le hacen todo.
Después, cuando se cansan, lo van segregando porque no tienen la cultura o la preparación para darse cuenta de que puede seguir haciendo cosas; de tener inclusive un trabajo remunerado. La familia es la primera que se opone a que un discapacitado regrese al trabajo. Piensan que se va a lastimar, o que le va a pasar algo o simplemente que no puede hacerlo.
Luego, socialmente esa persona es discriminada. Y sí, cuando busca un empleo, las empresas piensan que es muy riesgoso contratar a una persona con discapacidad, que se le incrementará la prima de riesgo de trabajo, que se va a accidentar más fácilmente que un trabajador, en apariencia, sano. Pero no, es la misma, y en todo caso no está condicionada por la discapacidad, sino por las condiciones de trabajo y la capacitación que brinde la empresa.
Muchas veces se piensa también que los discapacitados no tienen el mismo nivel de producción y, bueno, depende de lo que haga. Pero está comprobado estadísticamente que es al contrario: una persona con discapacidad es la que menos falta, o no falta, no es la que está distraída, no es la que está chateando todo el día. Como le cuesta mucho más encontrar un trabajo, cuando lo tiene lo cuida mucho. Inclusive por eso también es discriminada: como tiene un promedio mayor de producción, los demás le dicen: oye bájale, porque me pones en evidencia a mí, que estoy sano.
Lo que realmente debemos afrontar es que a las empresas y a la sociedad en general nos sigue saliendo más caro soportar el costo de las personas con discapacidad, básicamente porque no les abrimos las oportunidades de integración. Si no cambiamos, nos seguirá costando. Por ello, antes que nada hay que valorar que las personas discapacitadas son personas. Rehabilitarlas, si es posible, y reintegrarlas a su entorno.
Adriana Maass
También podría interesarte