Durante la década de los años ochenta era común escuchar fuertes críticas a la elevada dependencia que la economía mexicana tenía de las exportaciones petroleras. Siendo el petróleo una materia prima con bajo o nulo valor agregado, México entonces dependía de los recurrentes y, a veces, drásticos vaivenes del mercado petrolero como única fuente relevante de divisas necesarias para su desarrollo.
Es por la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Norteamérica que México dejó de ser mayoritariamente un exportador de materias primas para pasar a actividades de mayor valor agregado, principalmente, la manufactura. En el caso particular de los Estados Unidos, las exportaciones petroleras a ese país constituyeron un 46.9% de las totales en 1980, mientras que durante los primeros 10 años después de la entrada del tratado de Libre Comercio no fueron superiores al 10%.
La posición de México como principal exportador de manufacturas a Estados Unidos, lejos de estar garantizada y representar la respuesta ante la necesidad de mayor desarrollo del país, aún está sujeta a fuertes presiones competitivas. Como ejemplo reciente cabe recordar que la simple entrada de China a la Organización Mundial de Comercio en el 2001 representó para México ser desplazado del primer al segundo lugar como exportador de manufacturas a Estados Unidos por nueve años.
Trascendiendo la Manufactura por la Ruta del Valor Agregado
La innovación aplicada al crecimiento en la productividad y en la provisión de productos y servicios de mayor valor, difícilmente replicables y con mayor rentabilidad, es el siguiente paso natural en el desarrollo a largo plazo para México.
La innovación generada por el sector privado y la difusión de mejores prácticas son esenciales para acelerar el crecimiento económico y el empleo simultáneamente. Para apreciar la totalidad de sus efectos, la productividad generada por innovación debe ser entendida desde la perspectiva amplia de que la misma no solo es generadora de ahorros en costos sino también de mejoras el desempeño, calidad y valor de los bienes y servicios. El crecimiento de los Estados Unidos analizado con una perspectiva de largo plazo (los 80 años posteriores a la crisis bursátil de 1929), ejemplifica claramente como el logro de mayores tasas de crecimiento, vía la productividad, eventualmente tiene también un impacto positivo neto en el empleo.
Existen múltiples casos de firmas y naciones completas que han experimentado la transformación de proveedores de manufacturas a potencias globales en industrias centradas en la innovación como la de electrónica de consumo. Los casos de Japón, Corea y Taiwán son emblemáticos, al ser hoy cunas de grandes gigantes tecnológicos de este tipo de bienes (ya sea en la investigación, desarrollo y producción tanto de sofisticados componentes como también de productos terminados) y que tuvieron sus orígenes recientes como proveedores de manufacturas de bajo costo.
A nivel nación, Japón es el 2º país por cantidad de patentes registradas en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos (el primero siendo obviamente el país sede de dicha oficina) y a nivel de firma individual, la coreana Samsung es desde la década de los 90 una de las diez empresas que más patentes ha registrado en la misma oficina.
Pero más allá del aprendizaje que contemplar las experiencias de los países mencionados puede dejar a México, es notorio el esfuerzo que países como China, India y Vietnam están realizando para hacer depender más sus economías de productos y servicios innovadores, más difíciles de replicar.
La protección de los Derechos de Propiedad Intelectual (que incluye a la propiedad Industrial) está interrelacionada con tres efectos que perfilan el impacto de las Industrias basadas en la Propiedad Industrial en el resto de la economía:
1.- Su efecto como incentivo para crear nuevo conocimiento e información
2.- Sus implicaciones para la difusión del conocimiento e información al interior de y entre varias economías
3.- Su efecto en la estructura y precios de mercado así como sus consecuencias distributivas
En el caso específico de México, estos efectos benefician directamente a las pequeñas y medianas empresas, las cuales en su conjunto, contribuyen con el 40% de la inversión y el PIB nacionales, generan 64% de los empleos y representan más del 95% del número total de empresas. Es por eso, que una efectiva protección de dichos derechos tendrá impactos significativos tanto en el crecimiento como en el desarrollo del país.
El llamado que desde hace años hace la Organización Mundial de Comercio al reconocer que “las ideas y el conocimiento son una parte cada vez más importante en el comercio”[4] a la luz de lo que ya ocurre en China, India y Vietnam, debe verse como la expresión clara de la necesidad de que México reduzca su dependencia de la exportación de manufacturas baratas y aumente su competitividad por la ruta de la innovación.
Ernesto Piedras
epiedras@epiedras.net
Información relacionada
[tubepress views=”false” title=”false” length=”false” video=”dof8ah7iXD0″]