La disciplina financiera tradicional en las empresas privadas se ha encargado, durante años, de maximizar la riqueza y de tener la mayor rentabilidad financiera posible mediante un proceso eficiente y racional de obtención-asignación-reasignación-control y transparencia de los recursos monetarios.
En el caso de las organizaciones no lucrativas y gubernamentales, evidentemente el énfasis no ha estado en la generación de riqueza, sino en el uso eficiente de los recursos; sin embargo, hoy en día la disciplina financiera necesita abrir sus horizontes y la responsabilidad social le abre la puerta para que la maximización de la riqueza sea el fin de la organización, independientemente de su naturaleza pública o privada.
En este sentido, cuando hablamos de riqueza nos referimos a “algo con gran valor” que es posible encontrar en diversos ámbitos, sea en la cultura, en la biodiversidad o en lo social. De esta forma, en tanto es posible maximizar la riqueza en estos ámbitos, calcular su rentabilidad también lo es. La rentabilidad social es una concepción relativamente emergente que tiene como propósito calcular los beneficios obtenidos de una inversión realizada en el ámbito social, cultural o ambiental.
Calcular la rentabilidad social implica identificar tanto los beneficios (ingresos), como los costos (egresos), privados y sociales que genera un programa o un emprendimiento realizado por una organización no lucrativa, por el gobierno o por una empresa. En ese cálculo, como es natural, si los ingresos (beneficios privados y sociales) son mayores a los egresos (costos privados y sociales), y ese remanente supera la inversión, ese programa o emprendimiento será financiera y, ahora con este enfoque, socialmente rentable.
La rentabilidad social se distingue de otros cálculos por su capacidad para medir los beneficios y costos sociales, intencionales o no, de un programa o emprendimiento. Pone especial énfasis en la identificación de aquellos costos que sin proponérselo afectan de manera negativa a sujetos que no necesariamente están relacionados con la intervención, por ejemplo, los efectos en la salud en una población cercana a una industria contaminante, la pérdida de empleos tradicionales en una comunidad como consecuencia de un emprendimiento social, o la afectación a los colonos derivada de una obra de infraestructura pública.
En ese sentido, si bien la rentabilidad social aplica a cualquier tipo de programa o emprendimiento, su cálculo cambia en función de la naturaleza pública o privada de la organización que lo realice, así la rentabilidad social tiene distintas fórmulas:
Rentabilidad Social de la intervención de cualquier organización = (Beneficios – Costos) / Inversión Rentabilidad Social de la intervención de una empresa lucrativa = (Beneficios privados – (Costos Privados + Costos Sociales))/Inversión Rentabilidad Social de la intervención de una organización no lucrativa o gobierno = (Beneficios sociales – (Costos Privados + Costos Sociales))/Inversión
Visto así, la rentabilidad social juega un papel central en la responsabilidad social en específico y en la evaluación de los objetivos, estrategias o acciones de un programa o emprendimiento en términos generales. La cuantificación de los beneficios y los costos que trascienden lo privado nos permite, por un lado, evaluar si la propuesta que en principio se pensó como socialmente responsable es en realidad rentable, y por el otro, saber en qué medida se están generando externalidades negativas o costos sociales que habrán de ser eliminados, minimizados o internalizados.
Dr. Humberto Muñoz Grandé, Académico de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac México. @humbertomunozg
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