Con motivo del Día del Trabajo, es indispensable hacer un balance sobre los avances alcanzados en el entorno laboral mexicano, los desafíos que enfrentamos y la ruta que debemos seguir para lograr un país más competitivo e incluyente. En este contexto, uno de los temas que cobra fuerza en la discusión pública es la posible implementación de una semana laboral de 4 días. Aunque a simple vista parece una medida benéfica para las y los trabajadores, su impacto económico sobre las medianas empresas mexicanas merece un análisis profundo y responsable.
El trabajo digno como eje del desarrollo inclusivo
Desde la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), se ha impulsado una agenda laboral centrada en el bienestar y la dignidad de las personas trabajadoras. Iniciativas como el aumento del salario mínimo, la reforma pensionaria, las vacaciones dignas y la regulación de la subcontratación, han sido resultado del diálogo social tripartito entre empleadores, trabajadores y gobierno.
Sin embargo, aún persisten grandes desafíos, entre ellos la baja productividad —México ocupa el último lugar en este indicador entre los países de la OCDE—, la alta informalidad (54.5%) y la escasa participación laboral de las mujeres (46%). Frente a este panorama, la idea de reducir la jornada semanal de trabajo sin disminuir el salario representa una medida ambiciosa que podría tener efectos contrapuestos dependiendo del sector económico y del tamaño de las empresas.
¿Una medida viable para las medianas empresas?
Para las medianas empresas, que constituyen el 15% de las unidades productivas pero aportan más del 30% del empleo formal, el desafío es claro: ¿cómo mantener la operación continua y la productividad si se reduce el número de días laborables?
Implementar una semana laboral de cuatro días implica:
- Reorganización operativa que podría requerir nuevas contrataciones o inversión en tecnología para cubrir el mismo nivel de producción o servicio.
- Aumento potencial en costos fijos, especialmente en industrias como manufactura, logística o retail, donde la operación depende de turnos continuos y alta disponibilidad de personal.
- Impacto en la cadena de valor, ya que muchas medianas empresas son proveedoras de grandes corporativos y deben responder a tiempos de entrega ajustados.
No obstante, existen estudios que sugieren que una jornada reducida, bien implementada, puede mejorar la productividad, disminuir el ausentismo y fortalecer la retención del talento, especialmente en sectores de servicios, tecnología y creatividad.

Comparación internacional: ¿qué nos dice el caso de Chile?
Un referente importante es Chile, cuya estructura económica y tamaño del sector PYME es similar al de México. En 2023, este país inició un proceso gradual para reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales, sin reducción salarial. El enfoque del gobierno chileno fue escalonado y flexible, con periodos de adaptación de hasta 5 años para las pequeñas y medianas empresas.
Indicador | México (2024) | Chile (2024) |
Horas laborales semanales | 48 | 44 (meta: 40 en 2028) |
% de empleo generado por PyMEs | 72% | 65% |
Productividad laboral (OCDE)* | Último lugar | Lugar 33 de 38 |
Informalidad laboral | 54.5% | 27% |
Participación laboral femenina | 46% | 52% |
Crecimiento del salario mínimo (2016-2024) | +154% | +67% |
*Productividad laboral medida como PIB por hora trabajada.
La experiencia chilena muestra que sí es posible transitar hacia una reducción de jornada sin perder competitividad, siempre que exista diálogo, gradualidad y un entorno regulatorio que acompañe el proceso.

Una ruta viable: productividad primero, flexibilidad después
Antes de adoptar una semana laboral de cuatro días, México necesita fortalecer tres pilares:
- Aumentar la productividad, especialmente en sectores de baja eficiencia y alta informalidad. Esto se logra a través de inversión en tecnología, capacitación y mejora en los procesos de gestión empresarial.
- Fortalecer la formalidad: sin un entorno de cumplimiento fiscal, laboral y de seguridad social, la implementación de jornadas más cortas solo ampliaría las brechas.
- Diseñar modelos flexibles que se adapten al giro y tamaño de las empresas. En lugar de imponer una única fórmula, el Estado podría promover incentivos fiscales o programas piloto que premien la eficiencia laboral.
Conclusión: diálogo y responsabilidad para construir el futuro del trabajo
La transformación del entorno laboral no debe ser producto de la imposición, sino del diálogo. Como bien ha destacado COPARMEX, los avances laborales más importantes han nacido del acuerdo y la corresponsabilidad. Hoy más que nunca, urge un nuevo pacto social por el empleo digno, que escuche tanto a trabajadores como a las pequeñas y medianas empresas que sostienen la economía nacional.
Implementar una semana laboral de cuatro días sin considerar el impacto económico podría ser contraproducente. Pero hacerlo con visión, gradualidad y responsabilidad puede representar una oportunidad histórica para lograr un México más justo, productivo e incluyente.

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