Debido a los vínculos que existen entre los integrantes de una empresa familiar este tipo de compañías enfrentan problemas de índole muy particular cuando es necesario nombrar a un nuevo administrador.
Conflictos familiares, renuncias masivas por inconformidad, fragmentación, entre otras situaciones, pueden desencadenarse al enfrentar la transición de poder, no obstante, lo único seguro al producirse dicho cambio es que el negocio no volverá a ser el mismo.
Lo más frecuente y deseable es que se produzca un crecimiento, pero sólo puede ocurrir cuando el sucesor es una persona capaz, que conoce el negocio y, al tener una nueva visión, logra el desarrollo de la empresa.
Otra posibilidad es que el negocio se estanque, sus tendencias de crecimiento desaparezcan o incluso, haya un retroceso por falta de capacidad o experiencia, de la nueva administración. Esto puede conjugarse con insatisfacción o descontento por los nuevos directivos, reflejándose en el rendimiento global de la empresa.
La tercera y última posibilidad es que el negocio decaiga progresivamente hasta quebrar. Desgraciadamente, las malas elecciones en la sucesión han condenado a muchas empresas que antes eran muy prometedoras.
Con base en lo anterior, es preciso comprender que la transición en las PyMEs familiares es un proceso ineludible, por ello es conveniente prepararse para enfrentarlo.
Algunas recomendaciones son:
– Capacitar a los posibles sucesores en todo lo concerniente al giro, el mercado y las prácticas más comunes del negocio, considerando su aptitud y las características que les harán falta para asumir el mando.
– Preparar mentores confiables, que proporcionen ayuda y apoyo al sucesor o sucesores.
– Realizar los preparativos necesarios para ceder a la persona seleccionada la propiedad, el poder o el puesto según corresponda al caso.
Karina Hernández Barrera