El nivel de impunidad en los delitos de fraude empresarial y robo hormiga en México es del 87%. La razón resulta increíble, la compañía engañada no quiere que nadie lo sepa. Le da vergüenza.
Paradójicamente, lo mismo ocurre en crímenes sexuales e incluso violencia intrafamiliar. La víctima se responsabiliza del delito que se perpetró contra ella. Esto estaba reconocido ya en crímenes como violación, pero cada vez encontramos más silencios cómplices en diferentes delitos tanto económicos como de alto impacto social. Estamos frente a un ascendente síndrome de culpabilidad que de manera simplista se explica así: si algo malo me ocurre no es fortuito, yo provoqué esa acción.
Este síndrome es multifactorial: una cultura religiosa donde priva la represión y el pecado, la percepción de que existen personajes intocables por la justicia, el clima de violencia y, en el caso de delitos empresariales, la vulnerabilidad como evidencia de poca eficiencia o control.
En México el robo hormiga consume hasta el 33% de los ingresos empresariales. Sin embargo, se encuentra cierta reticencia a denunciar este crimen. Los empresarios sienten que castigar el robo hormiga los perjudica más de lo que los ayuda, pues temen adquirir una reputación de tacañería, insensibilidad e incluso falta de humanismo y rigidez. Sin embargo, la indolencia sólo incrementa este delito que en 98% lo comete personal interno y suman millones de pesos en pérdidas cada año.
Sobre el silencio cómplice, existe una idea muy arraigada en el ámbito empresarial mexicano de que no sabes quiénes están implicados en los delitos económicos y denunciar implica muchas veces una lucha frontal con el superior inmediato.
La impunidad es el mejor motivo del silencio. No se denuncia porque se asume de inmediato que no se hará nada, que todo pasará desapercibido y que incluso, quien descubra alguna anomalía, fingirá que no detectó nada para evitar represalias.
Lo más grave es la reacción de la víctima: calla, cree merecer el crimen que perpetran contra ella.
Esta conducta, de acuerdo al especialista, es común en delitos de índole sexual en una sociedad reprimida y machista. Se asume de inmediato la culpa. Un lo merezco por x ó y. Paradójicamente este sentido de culpabilidad también se da en las empresas. Son defraudadas o robadas y se niegan a denunciar porque temen que se perciban como altamente vulnerables, descuidadas, sin falta de control.
El síndrome de culpabilidad ocurre incluso entre los familiares de una víctima de homicidio. Es común escuchar entre los familiares hipótesis de que hubiera pasado si hubieran sido más cuidadosos, si hubieran llegado antes, si hubieran telefoneado… asumen, de manera inconsciente, que ellos tuvieron la culpa.
Somos una sociedad que cree en la culpabilidad y tragedia. Experimenta gran responsabilidad ante accidentes y ataques externos. Se victimiza. Es herencia de un sincretismo religioso de dolor, sacrificio y culpa. Es respuesta inconsciente ante la violencia y el odio, la apología del delito y la impunidad.
Entre las recomendaciones que da el experto para abatir el fraude empresarial en las empresas, “delitos que suelen detectarse hasta un año y medio después de perpetrados”, recomienda una línea o buzón de denuncias anónimas, auditorías externas aleatorias y sin previo aviso a diferentes áreas de la compañía, no centralizar funciones, controles y restricciones en cada área de la compañía.
Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista
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