La epidemia de influenza causada por el virus AH1N1, obligó al gobierno mexicano a declarar el cierre parcial de instalaciones durante varios días de abril y mayo de 2009, impactando negativamente en menor o mayor grado a todos los sectores de la economía.
Dentro de los sectores menos afectados estuvieron las organizaciones mexicanas más avanzadas en el uso de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC). Éstas lograron aminorar los efectos negativos de la crisis sanitaria gracias a que muchos de sus trabajadores pudieron laborar desde sus hogares, tan bien como lo hacen en sus lugares normales de trabajo. En contraste, aquellas organizaciones menos preparadas sufrieron pérdidas mayores por inactividad o incumplieron con las regulaciones, exponiendo a sus trabajadores.
Las organizaciones menos afectadas fueron capaces de mantener sus actividades gracias al uso de una info-estructura avanzada, que incluye enlaces, equipos, programas y servicios tecnológicos.
La premisa básica para salir adelante en este tipo de contingencias es contar con enlaces de internet en los hogares de los trabajadores, de preferencia de alta capacidad (banda ancha) para conectar computadoras personales de escritorio o portátiles y otros dispositivos.
Las computadoras se comunican por internet con programas para colaborar a distancia. Estos programas pueden ser desde los más sencillos, como el correo electrónico y la mensajería instantánea, hasta los más completos como los programas para trabajo en equipo.
Los programas para trabajar en equipo son de una gran diversidad e innovación, incluyen prestaciones como la coordinación de agendas, el acceso a directorios y otras bases de datos, las tele-conferencias grupales usando voz, datos y/o video, el establecimiento de espacios o foros de discusión (ejemplo: blogs), la construcción de documentos colectivos (ejemplo: Wikis), así como la gestión de proyectos, procesos y tareas.
Las organizaciones más avanzadas ya disfrutaron de la convergencia de sus redes, las cuales enlazan sus escritorios, sucursales, oficinas, computadoras portátiles y celulares, con mensajes unificados de voz, datos y video. Estos pudieron transferir las llamadas hechas a sus oficinas, a los celulares y computadoras portátiles de sus empleados, sin que las personas que realizaban las llamadas se enteraran.
En contraste, las organizaciones menos preparadas para este tipo de contingencias son aquellas que no han invertido en la info-estructura descrita. En mayor o menor medida, éstas tuvieron que absorber altos costos, no sólo de operación sino, sobre todo, costos de oportunidad.
Es difícil estimar estos costos. Select está haciendo una investigación para generar datos que nos permitan evaluar los costos que ahorraron las empresas con mejor info-estructura. Sin embargo, podemos adelantar algunas estimaciones, si aceptamos varias hipótesis sencillas.
Los costos más obvios en los que incurrieron las empresas menos preparadas se relacionan con el personal que no laboró, por lo menos durante los tres días más álgidos de la contingencia.
Por supuesto, no todos los trabajadores pueden realizar sus tareas fuera de su lugar de trabajo. Por ello, para el cálculo excluimos a los trabajadores de “cuello azul” y consideramos solamente a los empleados de oficina o trabajadores de “cuello blanco”. De acuerdo a Select, los empleados de oficina representan 52% del total, equivalentes a poco más de 12 millones.
Por otro lado, no todas las tareas de los empleados de oficina pueden realizarse fuera de sus lugares de trabajo. Por ejemplo, hay empleados de oficina que atienden personalmente a clientes en una sucursal, como los cajeros de un banco, y muy pocas de sus tareas podrían haberse realizado en sus domicilios. De acuerdo a un estudio de McKinsey, sólo el 14% de los trabajos de servicios pueden realizarse de manera remota en otro país; por ello, son candidatos a ser realizados en países donde la mano de obra es más barata (offshoring). Dentro de los trabajos más proclives a ser realizados de forma remota son las tareas de ingenieros, administradores y financieros.
Consideremos, para simplificar el cálculo, que únicamente los ejecutivos de nivel medio y superior pudieron trabajar desde sus casas; si suponemos que 20% de los empleados de oficina son ejecutivos de estos niveles, tenemos a poco menos de 2.5 millones de personas en todo el país. Si multiplicamos por seis las remuneraciones promedio de los trabajadores reportadas por el INEGI y tomamos los tres días de la contingencia, el ahorro potencial equivaldría a más de $14 mil millones de pesos.
Ricardo Zermeño González, director de Select México.