El libreto clásico de los políticos en toda América Latina estipula que el apoyo y el fomento de las pequeñas y medianas empresas (Pymes) es una condición sine qua non para el desarrollo económico y social. Después de todo, dicen, son éstas las que más empleo otorgan en la región y las que contribuyen de manera importante al Producto Interno Bruto regional.
Por eso, a desde el inicio de su mandato el presidente Enrique Peña Nieto (como en su momento lo hizo el Presidente Felipe Calderón, o el Presidente Vicente Fox), anunció con orgullo el programa de apoyo a las Pymes llamado ahora INADEM (que antes era México Emprende) comentando: “Ahora contarán con un instrumento más funcional para la inteligencia creativa de los mexicanos, primero genera condiciones adecuadas para el crecimiento sostenido de las pymes y el instituto será el brazo articulado de la política nacional de fomento a las pequeñas y micro empresas”, dijo.
Este ha sido el modelo seguido por lo menos en los últimos 30 años los gobiernos de la región, donde se han desarrollado instrumentos y programas de apoyo a las pymes para fomentar su crecimiento. Se han puesto en marcha iniciativas relacionadas con el acceso al crédito, la asistencia técnica para introducir mejoras en la gestión y la calidad, la ampliación y búsqueda de mercados, la participación en el comercio exterior, la capacitación de los recursos humanos y el desarrollo empresarial, entre otras. Resultado: El 50% de los 20 países con peor índice de productividad en los últimos 45 años pertenece a América Latina y el Caribe, según un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Basado en un estudio reciente sobre la productividad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (La Era De La Productividad Cómo Transformar Las Economías Desde Sus Cimientos, Carmen Pagés, editora), que desmitifica en parte el papel que desempeñan las empresas pequeñas en la economía de la región, considero también, que América Latina padece entre otros males, la enfermedad crónica de un crecimiento lento.
Mientras en 1960 el ingreso per cápita en América Latina era casi un cuarto del de Estados Unidos, hoy apenas llega a un sexto. Mientras varios países de Asia tenían un nivel de en el ingreso per cápita muy inferior al de nuestra
región en 1960, hoy muchos nos superan. La explicación está en la baja productividad latinoamericana, la que se exacerba porque los países de la región asignan demasiados recursos a demasiadas empresas pequeñas y de baja productividad. Como bien señala la autora: “En en general, no resulta claro si a las empresas que han sido beneficiarias de programas para PyME les ha ido mejor o si esas firmas han generado más empleo que si no hubieran contado con tales programas.
Por lo tanto, en gran medida no se sabe si las políticas para las PyME contribuyen al crecimiento de la productividad, la generación de empleo o la supervivencia de las empresas. En el peor de los casos, estas políticas podrían reducir la productividad agregada al distorsionar la asignación de recursos, especialmente si no apoyan a las empresas que tienen buenas ideas pero que tienen dificultades para crecer sino a empresas con modelos comerciales muy débiles y pocas esperanzas de aumentar la productividad lo suficiente para compensar el costo de la intervención.” La productividad, que básicamente significa exprimir más resultados a partir de los mismos insumos, ha sido el factor más escurridizo del desarrollo económico.
El Estudio del BID es lapidario en su análisis al afirmar que políticas económicas ineficaces han contribuido a hacer estragos en la región mediante el aumento de recursos para empresas pequeñas y poco eficientes.
Como bien dice Carmen Pagés, editora a cargo del estudio: “…No creemos que sea razonable ayudar a empresas simplemente en función de su tamaño…”, …Si, por ejemplo, una empresa pequeña recibe ayuda y en base a eso se expande, estamos apoyando a empresas más ineficientes”.
Un problema grave en la región, no solo en Mexico, es que muchas Pymes se aprovechan de la informalidad para competir mejor. Ejemplos de esto hay muchos – no tienen contratos legales con sus empleados, lo que les permite
reducir costos; utilizar la evasión tributaria como una estrategia de competitividad, etc.
Muchas de estas Pymes no sólo no son productivas, sino que además generan poca o nula innovación: “…Pese a los avances recientes, concentrados principalmente en las economías más grandes, existe un grave déficit de inversión en I+D y en innovación… La magnitud del déficit varía de un país a otro, pero ninguna economía de la región —ni siquiera Brasil, ni México— puede sentirse satisfecha con su nivel actual de inversión en estos rubros. Pero hay algo todavía más grave que este déficit, sobre todo desde la perspectiva del crecimiento de la productividad, y es que en general no se ha vinculado la capacidad de I+D con las empresas… Las Pymes se ven favorecidas por su tamaño pequeño, y de cierta manera se trata de una competencia desleal
Contrario a lo que dicta el sentido común prevaleciente en la región, muchas de las empresas más pequeñas son, en realidad, demasiado grandes para el tamaño que deberían tener, como se afirma en el estudio. Esto se debe a que se benefician de los subsidios que muchos gobiernos latinoamericanos les conceden, ya sea mediante exenciones de impuestos o de descargos en sus aportes a la seguridad social. El objetivo de los programas de fomento a las Pymes, no debería ser crear puestos de trabajo, sino crear empleos productivos.
Así como América Latina logró construir un consenso social a favor de la estabilidad macroeconómica, señala el estudio, ahora debería generar un nuevo consenso en torno a un crecimiento económico de largo plazo que esté estimulado por un aumento de la productividad. La clave está en que los políticos de la región tomen en cuenta la productividad a la hora de diseñar políticas tributarias, sociales y de inversiones públicas. En otras palabras, la productividad comienza por casa.
Mtro. Boris Diner – Incubadora de Negocios Universidad Anáhuac
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