Pese a su privilegiada situación geográfica y tratados de comercio, México se quedó atrás frente a países como la India que a pesar de la distancia es uno de los mercados favoritos para Estados Unidos en cuanto al desarrollo de proyectos tecnológicos, por lo cual la industria nacional necesitaba un incentivo que abalara su capacidad y calidad.
Con el objetivo de que las empresas nacionales, especialmente las pequeñas, se hicieran competitivas, elevaran su calidad y figuraran en el mercado internacional, en 2002, la Secretaría de Economía firmó un convenio con la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Hanna Oktaba, profesora de esa entidad, en su calidad de presidenta de la Asociación Mexicana para la Calidad en Ingeniería de Software (AMCIS), quedó al frente de tres proyectos que, años después configurarían un modelo de buenas prácticas conocido como MoProSoft, que en 2005 se convertiría en norma mexicana NMX y, recientemente, en un estándar internacional reconocido por la International Organization for Standarization (ISO).
Aunque esta norma no es obligatoria ha quedado comprobado que desde su instrumentación el proyecto ha ganado aceptación y hoy sirve de pauta para empresarios, desarrolladores e ingenieros.
Si bien ya existían modelos para incrementar la calidad del software la especialista de la UNAM señala que la metodología que proponían era amplia y complicada de cumplir pues señalaban más de 40 procesos a seguir, con su propuesta estos se redujeron a nueve, además de estar basada en las características y necesidades mexicanas a diferencia del resto que eran extranjeras.
“Y finalmente, y quizá lo más importante, fue que mientras los demás modelos se abocaban a compañías grandes, nosotros siempre tuvimos en mente que MoProSoft sería una guía para corporaciones no mayores de 25 personas, es decir, para very small entities, como se les dice en inglés. Esto era esencial, pues en nuestra nación el 90% de ellas son pequeñas o micro”, dijo Oktaba.
La ventaja principal de la implementación de la norma en las pequeñas empresas, señala la UNAM, es que los integrantes identifican qué hacen y en qué dirección se dirigen.
Sobre el nivel de adopción la experta señaló, “sabemos que vamos bien, pero necesitamos ir mejor, pues en el país tenemos aproximadamente 2 mil 800 compañías que podrían echar mano de este modelo, pero sólo 300 lo han acogido, es decir, apenas un 11%”.
Uno reto para acelerar el deseo de certificación es que la mayoría de las compañías están formadas entre familiares y amigos basada en la improvisación; por ello MoProSoft tiene una meta simple: “poner orden y hacer que observen una serie de buenas prácticas para prevenir la fuga de defectos, claro, hasta donde sea posible”, subrayó Oktaba.
La profesora Oktaba es enfática al decir que MoProSoft es una herramienta útil para las pequeñas empresas, pero sólo para aquellas que quieran dejar de serlo, “no queremos que se queden así”.
Como ejemplo del éxito y efectividad de la norma Ultrasist que fue la primera empresa en adoptar el modelo, creció de 20 colaboradores a más de 100 empleados, catalogada en el nivel más alto del Modelo de Integración de Capacidad y Madurez (CMMI, por sus siglas en inglés), creado por el Software Engineering Institute, una de las entidades más prestigiosas del mundo en este rubro.
Además y como prueba de la mejora en el desempeño de las empresas el MoProSoft es altamente aceptado en Tailandia donde se creó todo un programa de capacitación entre universidades, principalmente porque ese país quiere volverse exportador y competir con China, Corea o la India.
Para los interesados mexicanos en adoptar esta norma desde 2006 está disponible un apoyo del gobierno federal y de los estatales para que las empresas obtengan hasta el 50% de descuento en la consultoría y capacitación.
Ariadna Cruz
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