Existen virtudes que pueden ayudarnos a vivir mejor en esta época moderna y tecnológica donde la prisa y el estrés son la experiencia de cada día. Una es la paciencia.
Se cuenta la experiencia de una madre con tres hijitas y un bebé, comprando los regalos de Navidad. La paciencia de la madre estaba llegando a su límite, pues cada vez que ella quería comprar algo las niñas la interrumpían diciendo: “Mami, mami…”.
Ella les pedía que se tranquilizaran. Sin embargo, después de un momento, se volvían a escuchar las palabras: “Mami, mami…”. Finalmente la madre, con mirada firme, dijo: “No quiero escuchar la palabra mami al menos en cinco minutos”. Pasaron algunos segundos. Entonces, una de las niñas comenzó a jalar de la falda de la mamá y le dijo: “Disculpe, señora…”.
Técnicas para cultivar la paciencia
Todos debemos enfrentar situaciones de ofensas, contratiempos, hechos inesperados y tragedias. A continuación, se mencionan cuatro técnicas que ayudarán a superarlas:
De manera intencional, haga de la paciencia su meta para un día entero. La paciencia solo se desarrolla con paciencia. Se debe tratar de obtenerla a diario. Trate de pensar antes de actuar y haga que la paciencia sea el fundamento de sus decisiones. Así que la próxima vez que su amigo haya fallado cinco goles frente al arco y sin arquero, recuerde que la paciencia, como decía San Agustín, es “la hermana de la sabiduría”.
Practique el perdón. Recuerde que todos somos imperfectos. Acepte las imperfecciones de los demás y las suyas propias. De esta manera, podrá ser capaz de mantenerse en calma cuando otras personas provoquen situaciones de descontrol. Entonces, la próxima vez que un conductor acerque su auto al suyo, baje la ventanilla y con tono grave y fuerte le diga algunos insultos de aquellos que vienen a su mente, no responda de la manera que sólo usted sabe hacerlo. Recuerde lo que decía Helen Keller: “No podríamos aprender la paciencia en este mundo si solo existiera la felicidad”.
Mantenga en su mente aquello que realmente importa. Muchas veces, las cosas sin importancia son las que provocan nuestra impaciencia. El verlas desde la correcta perspectiva le permitirá ser paciente con aquellas que no tienen trascendencia. Recuerde esto mientras esté realizando aquellas actividades que no le gusta hacer.
Cultive la fe. Todos experimentamos momentos de dolor en algún momento de nuestra vida. Recuerde que la tristeza forma parte de este mundo y que el sufrimiento produce “paciencia” (Santiago 1:3). Muchos problemas que enfrentará serán inexplicables. Es en esos momentos que, de manera intencional, debe ejercitar su fe.
Podemos notar que existe un común denominador en todas estas recomendaciones: cada una de ellas requiere que ejercitemos nuestra capacidad de decidir. Cada día, cada momento, como dice Paulo Coelho, tenemos una oportunidad en la que “es posible cambiar todo lo que nos hace infelices”.
Paciencia y amor
Estas sugerencias, combinadas con el ya famoso “respiro profundo” (inhalar, exhalar), podrían ayudarnos a desarrollar nuestra paciencia. Sin embargo, debemos recordar que, en última instancia, la raíz de la paciencia es el amor (Gálatas 5:22) y que el amor es un regalo de Dios. La relación entre el amor y la paciencia ha sido resaltada por muchas personas. Por ejemplo, María Eugenia Mora dice que la paciencia “es el mejor acto de amor.”
Nuestro mundo es la universidad para ejercitar nuestra paciencia. Y los exámenes más duros los rendimos con las personas más cercanas a nosotros.
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Redacción